El terrorismo, ya casi olvidado, volvió a irrumpir el viernes por la noche en la vida de los rusos con la explosión de un artefacto en el ferrocarril Moscú-San Petersburgo, que causó al menos 30 muertos.

El estallido del explosivo de fabricación casera y una potencia equivalente a siete kilogramos de trilita provocó el descarrilamiento de los tres últimos vagones del tren de alta velocidad Nevski Express.

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Los equipos de investigación, compuestos por agentes del Interior y Seguridad de Moscú y San Petersburgo, hallaron elementos de la bomba, cuya explosión dejó en la vía un boquete de metro y medio de profundidad. El descarrilamiento es el peor accidente de trenes de Rusia en años y los rumores de un sabotaje podrían generar temores de un aumento de los ataques en el centro de Rusia por parte de rebeldes del Cáucaso Norte.

Por el momento las autoridades rusas no precisan quiénes podrían ser los autores del atentado y ningún grupo terrorista ha asumido la autoría.

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“El número exacto de los afectados está por precisar”, indicó Marina Gridneva, portavoz de la Fiscalía General de Rusia, institución que cifra las víctimas en 30 muertos, más de una decena de desaparecidos y 96 heridos. Entre los afectados hay varios extranjeros.

Entre pasajeros y los trabajadores del tren viajaban 682 personas en el Nevski Express, que desarrolla una velocidad de hasta 200 kilómetros por hora y cubre en 4 horas y 30 minutos los 740 kilómetros que separan Moscú de San Petersburgo.

Una segunda bomba menos poderosa estalló ayer en el lugar donde ocurrió el descarrilamiento del tren, aunque nadie resultó herido, informó el jefe del operador de ferrocarriles.