Pedro X.Valverde Rivera
El artículo 105 de la nueva Constitución del Ecuador prevé la posibilidad de que los ciudadanos soliciten la revocatoria del mandato de las autoridades de elección popular, y entre ellas, obviamente, del Presidente de la República.

Esta disposición, que no es otra cosa que una pincelada más de demagogia de las mentes lúcidas, al igual que las quermeses sabatinas, disfrazadas de rendición de cuentas, establece que con el 15% de firmas del padrón electoral (algo así como un millón y medio de personas), cualquier ciudadano puede solicitar al Consejo Nacional Electoral la convocatoria a elecciones para que el país decida si el Presidente se va o se queda.

Con esta disposición, por ejemplo, en el año 2004 Rafael Correa tendría que haber emprendido un agotador recorrido por todo el Ecuador para recoger las firmas primero; luego, pasar el filtro del Tribunal Electoral y finalmente, luchar contra la maquinaria publicitaria oficial que seguramente Lucio Gutiérrez hubiere desplegado para defender su gestión.

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Lo que quiero graficar, amigo lector, es que la revocatoria del mandato, al igual que muchos otros derechos ciudadanos garantizados en la Carta Magna, depende para su eficacia de la plena vigencia de un sistema democrático.

Es decir, si las instituciones democráticas funcionaran en el Ecuador, si existiera independencia de los tres poderes del Estado, si los organismos de control fuesen realmente independientes del Gobierno, posiblemente la revocatoria del mandato fuese una opción política válida para liberar de una vez por todas al país del descalabro moral, jurídico y social en el que se encuentra sumergido.

Lamentablemente y en la práctica, la revocatoria del mandato en este momento sería una oportunidad de oro para que el Presidente se saque una elección de debajo de la manga y ponga a funcionar la maquinaria de los publicistas con fondos públicos, y a punta de cadenas nacionales, noticieros sesgados en los canales incautados y las franjas publicitarias, repunte electoralmente el crítico momento que vive su gestión y aniquile, una vez más, a los mismos de siempre que se pelearán las sobras que Correa deje del pastel de electores.

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Respeto mucho a los valiosos analistas que barajan la opción de la revocatoria del mandato; sin embargo, pienso que el Ecuador necesita que Correa siga gobernando.

Justamente el problema para los compañeros de la alicaída alianza verde, es que los casi tres primeros años de gobierno se pasaron de elección en elección, prometiendo un nuevo Ecuador, diciendo lo que todos querían escuchar, compitiendo contra nadie, sacando pecho de las encuestas de popularidad y despilfarrando los ingresos por el alto precio del petróleo en subsidios y contratos a dedo.

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Hoy que se terminaron las elecciones y llegó el momento de cumplir esas promesas, de demostrar la capacidad y experiencia en la administración del Estado, que los ofrecimientos a unos y a otros colisionan, que ha transcurrido suficiente tiempo para que las obras públicas se terminen y en muchos casos ni siquiera comienzan, que el poder consolidado es tal que los egos se desbordan y todos se creen monarcas, que las disputas por el poder dentro de la alianza se hacen públicas y con ello, se conocen los negociados de los ex chiros y ahora exitosos empresarios, ¿no será que lo vamos a relevar de la obligación de seguir gobernando?

No, amigo lector, el Presidente se debe quedar y rendirnos cuentas de lo que hizo con el Ecuador, cuando ya no controle el poder.