Soy Mariana; fui mujer, madre, hija, víctima y ahora muerta. Me mató un delincuente, un sin alma; me cortó la vida, los sentidos, el presente, el futuro; cuando estrelló el vehículo acabó con mi vida, me quitó lo único que en verdad poseemos, la vida, mi vida.
Ese infortunado acabó la vida que yo tenía con mis hijos, mi familia, mis amigos. Yo respiraba y amaba respirar. Yo hablaba y amaba hablar. Yo reía, pensaba. Yo caminaba, soñaba, me veía en el espejo y ahí estaba yo. Hoy ya no soy y ya nunca más seré; ¡estoy muerta! ¡Me mató un criminal! Yo lo llamé para que me haga una carrera de taxi. Yo venía de la despedida de soltera de mi hija, me había divertido, la había pasado bien, me sentía amada, protegida, cuidada, mimada. Había escuchado música, palabras de amor, de paz y entendimiento.
Entonces decidimos irnos. Éramos cinco, como cinco piezas de cerámica que arman un corazón de sol; como cinco frascos de perfume; cinco hembras optimistas que creemos en el hombre. Salimos a la calle caminando agarradas de las manos, como todas las mujeres que no tenemos ni culpas ni miedos, arrojando nuestras ilusiones a la esperanza. Entonces apareció el infame, injerto de siniestro y mal, y se metió con nosotras que no le habíamos hecho nada; que ni lo conocíamos. Apareció como un mal deseo que se hace realidad. Yo solo quería llegar a mi casa y continuar mi vida; ¡continuarla! Había tantas cosas por hacer, por iniciar, por concretar, y todo quedo allí, como un mal deseo que se hace realidad.
Publicidad
Recuerdo su rostro de hambre y miseria, de hombre lleno de mentiras; tirano que me arrebató la vida; indolente que no respetó mis canas. Mentiroso, ¿cómo no pude reconocer tu maldad?, ver tus anhelos insanos, perversos, malévolos.
Tú, ser imprecado que transpiras dolor ajeno; hijo de serpiente que me arrancaste la vida por el sucio dinero; dinero indigno por el cual me robaste la vida... ¿Por quéee?; yo solo quería llegar a casa para reunirme con mi esposo, mis hijas, hacer mis quehaceres, y viniste tú, Carlos; tú, Eddie, y me quitaron todo. ¿No tienen madre?, ¿o acaso alguien no los ama? Dijeron que fue secuestro express; expresamente para morir, porque eso fue lo que me pasó: tomé un taxi ‘amigo’ y un enemigo me ‘invitó’ a subirme a su vehículo para luego gritarme “¡esto es un asalto!”, y huir cuando vio a la Policía y chocar para matar todos mis días del pasado, del presente y del futuro. ¡Yo no quería morir, tenía tantas cosas por vivir!
Denme algo de vida, solo un momento para acabar de hacer algunas cosas que ya habían empezado; para ver casada a mi hijita, para sentir de nuevo el sol de la mañana, para cantar la vida que ya se me fue como agua entre los dedos. ¡Qué dolor! ¿Dónde estoy? Estoy entre las víctimas de tantos robos, asaltos, violaciones; en cada grito no escuchado, en cada dolor, en cada miedo a quien asalten; allí estaré yo con la víctima en cada robo, amenaza. En cualquier hecho delictivo, allí me encontrarán; me he convertido en solidaridad, auxilio, vigilia, acompañante.
Publicidad
La vida es deseo que ya no tengo. La vida es ese placer de estar con mi gente que ya no tengo. La vida es hacer algo. La vida se vuelve polvo si no la cuidamos. Cuiden la vida. Salgan a las calles, únanse todos por la paz que tuvimos un día y se nos fue, se nos la llevaron. Ya no más víctimas de delincuentes; no más... ¡Basta ya! Es ahora de defenderse porque si no pasarán como yo –que nunca más seré yo– porque estoy muerta. Y tú, ¿cómo estás?
Duglas Rangel Donoso,
Guayaquil














