Los chilenos recordaron el pasado jueves con vergüenza 20 años del episodio protagonizado por la selección nacional en el estadio Maracaná y cuya principal figura fue el portero Roberto Cóndor Rojas, convertido desde entonces en uno de los peores villanos del fútbol mundial.
El 3 de septiembre de 1989 jugaban, en Río de Janeiro, Brasil y Chile, un partido clave de la eliminatoria al Mundial 1990, con los chilenos convencidos de que la FIFA conspiraba contra ellos.
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La FIFA, presidida por el brasileño Joao Havelange, por incidentes en el partido de ida, castigó a Chile, que debió jugar en Mendoza (Argentina) su partido de local contra Venezuela (5-0).
En el Maracaná, a 20 minutos del final y con Brasil arriba 1-0, cayó una bengala desde las gradas y Rojas se desplomó entre el humo, con las manos sobre el rostro, que al despejarse, se le vio cubierto de sangre.
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Chile se retiró de la cancha, con el sangrante Rojas sobre una camilla, ante el asombro de jugadores brasileños, el árbitro argentino Juan Carlos Loustau y de los 130 mil espectadores, que mantuvieron un comportamiento ejemplar.
La gente ni siquiera reaccionó cuando el delantero Patricio Yáñez se tomó los genitales con la vista clavada en las gradas, gesto que hasta hoy se conoce en Chile como “un Pato Yáñez”.
En Santiago, esa noche, una turba apedreó la Embajada de Brasil, mientras los medios competían para denunciar la cobarde agresión contra Rojas y exigían las penas del infierno para los auriverdes. Pero, en pocos días, todo se derrumbó y Rojas pasó de héroe a villano al confesar “yo soy culpable” al diario chileno La Tercera.
“Yo me corté en el Maracaná”, dijo el Cóndor, aunque la verdad ya era evidente para muchos, sobre la base de las imágenes del incidente.
FOTO CLAVE
El fotógrafo argentino Ricardo Alfieri, de la revista El Gráfico, captó cuando la bengala cayó al menos un metro atrás del portero, lo que contó esa misma noche, antes de revelar la imagen, a un reportero de una radio chilena.
“Quítele el micrófono a ese imbécil”, le ordenó su jefe, al aire, al reportero, cuando escuchó el relato de Alfieri.
Rosemary Mello, la veinteañera que lanzó la bengala fue detenida, interrogada y liberada y después saltó a la fama. Bautizada por la prensa brasileña como La Fogueteira, posó desnuda para la revista Playboy y después volvió al anonimato.
La situación empeoró cuando se supo que lo de Rojas no fue espontáneo, sino un plan de varios jugadores, que pensaron en forzar una situación que llevara al árbitro a suspender el partido por culpa del público, para que después se le otorgaran los puntos a Chile.
Rojas llevaba un bisturí oculto en un guante y estaban también en la trama Fernando Astengo y otros futbolistas, el fisioterapeuta Alejandro Kock, el utilero Nelson Maldonado y el técnico Orlando Aravena.
El Cóndor fue suspendido de por vida por la FIFA, igual el presidente del fútbol chileno, Sergio Stoppel; Aravena y Astengo fueron castigados por cinco años. Además, Chile fue suspendido de la siguiente Copa del Mundo, Estados Unidos 1994.
TRAMPOSO MUNDIAL
El febrero pasado, el diario inglés The Times incluyó a Rojas entre los grandes tramposos del fútbol, a la misma altura que Diego Maradona y su gol con la mano de Dios a Inglaterra en el Mundial de México 1986.
Varios titulares de Chile aquella fatídica jornada han tenido destinos dispares: Rojas hizo una carrera de técnico en Brasil, único país que paradójicamente le abrió la puerta y hoy es asistente técnico del Sport Recife.
El punta Jaime Pizarro es el actual subsecretario de Deportes; mientras Patricio Yáñez comenta fútbol en radio y TV y Fernando Astengo dirigió a Colo Colo.
Patricio Reyes (zaguero) es un próspero empresario y vive en Miami, y Héctor Puebla (volante) cultiva aguacates de exportación. El técnico Orlando Aravena se aburrió del fútbol y posee dos gimnasios en Santiago.