Todas las personas merecen el mismo respeto y consideración; pero las damas y las canas reclaman una deferencia especial, no de ahora sino casi desde los orígenes de la especie humana.

El sábado el Presidente de la República olvidó este precepto y volvió a expresar en público –esta vez en un tono imposible de repetir– su desprecio y burla por la directora de El Comercio, doña Guadalupe Mantilla, respetable periodista, y por el subdirector de Expreso, don Jorge Vivanco, que lleva a cuestas una vida despertando la conciencia de los ecuatorianos y que ya es parte de la historia de la prensa nacional.

Por lo visto el Primer Mandatario no solo no está dispuesto a respetar la libertad de expresión sino que desconoce la más elemental obligación de un caballero; con eso no solamente se llena de vergüenza él sino que avergüenza al país ante el mundo.