Alfonso Reece D.
 “Con el corazón lleno de pena y de angustia…” así empieza al Encíclica  Vehementer nos  de San Pío X, frase que viene bien para expresar lo que nos provoca la situación del mundo, más contristados todavía porque esto lo escribimos un 4 de julio, día que los que amamos la libertad debemos celebrar con máximo entusiasmo.

 Estados Unidos es una construcción de todos los pueblos de la Tierra y en especial de los que conformamos la sociedad occidental cristiana. En la creación de la Unión americana confluyeron las experiencias de la democracia griega, el cristianismo, la filosofía inglesa, la Ilustración francesa, era como la primera concreción de los sueños de libertad e igualdad que ha tenido la humanidad. Después inmigrantes de todo el mundo contribuirían a levantar a base de esos principios el país más poderoso, adelantado y rico del planeta. Este origen planetario, global, impone a los norteamericanos una responsabilidad: son los depositarios de las mejores aspiraciones e ilusiones del ser humano. Con propiedad se puede decir que el “sueño americano” es el “sueño del hombre”.

La crisis de Honduras ha puesto en evidencia que el presidente Barack Obama y el grupo que lo rodea no están dispuestos a liderar a Occidente. Al decir “grupo” no me estoy refiriendo a su gabinete, ni  al Partido Demócrata, sino a un conglomerado social e ideológico que, de varias maneras, se siente reflejado en el actual Primer Mandatario americano. Hemos visto a la primera potencia del mundo, al país abanderado de la democracia, someterse a la voluntad de un grupo de dictadores, ¡entre los cuales el “gran demócrata” Raúl Castro!, que pretenden convalidar el golpe de Estado perpetrado por Manuel Zelaya.

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La situación se agrava, y con ella nuestra angustia y nuestra pena, porque en todo Occidente no existe un solo líder lúcido y sutil que quiera ver todas las implicaciones del caso hondureño. Sarkozy, Zapatero, Obama, todos alegremente respaldando la tesis chavista, según la cual, por el hecho de haber sido elegido en las urnas, un presidente puede violar su Constitución impunemente. ¡Es tan cómodo, tan sexy, gozar de la amistad de Chávez y Castro!

¿Qué le parecería al señor Zapatero, si la Generalitat catalana convocase a un plebiscito ilegal con papeletas importadas  ad hoc  desde Corea del Norte? ¿Qué actitud tomaría el Gobierno ecuatoriano si el alcalde de Guayaquil convocase a una consulta “no vinculante” sobre la secesión del Guayas con papeletas importadas desde Singapur? Si la Operación Valkiria hubiese tenido éxito y Hitler hubiese sido derrocado, ¿los Aliados habrían protestado porque se estaba derrocando a un mandatario electo?

La democracia no es solo que haya comicios populares, es más importante el imperio de la ley, la vigencia del Estado de Derecho. Si las democracias, si Occidente, si los Estados Unidos, permiten que los autócratas “albinos” impongan su método de la dictadura plebiscitaria en Honduras, habrán dado un gran paso hacia el fin de nuestra civilización, heredera de las ideas de Locke, Montesquieu, Jefferson… ¿Exageramos? ¿Dramatizamos? Esperen y verán, los ecuatorianos lo sentiremos en nuestra propia carne.