Ciudad de los empeños, ciudad de las promesas, tu heráldica se imprime muy alto en las grandezas.
Elisa C. Mariño
(1938)
Hasta tomaron vigencia los equipos de sonidos, consolas, karaokee y otros aparatos reproductores de discos, voces, etcétera, la mayoría de los bares, restaurantes, salones de bebida y comida, heladerías que atendieron en Guayaquil hasta más allá de la segunda mitad del siglo pasado contaron con las rockolas de marca Wurlitzer y Amy, para alegrar a sus clientes o esporádicos visitantes.
Publicidad
Estos aparatos con un llamativo funcionamiento para 'tocar' los discos de 45 r.p.m., contenían una lista de las canciones de moda y de las que permanecían en el aparato por largo tiempo, por tener la preferencia de los habitúes. Con una moneda de sucre la rockola se accionaba y el interesado marcaba las dos o tres canciones que deseaba escuchar.
Los compases de las melodías inundaban el establecimiento, vecindario y contagiaban a quienes pasaban por ahí. Canciones de Pedro Infante, Cuco Sánchez, Daniel Santos, Julio y Carlota Jaramillo; Olimpo Cárdenas, Leo Dan, Celia Cruz, Leo Marini, hermanos Montecel, para citar algunos ejemplos, formaron el patrimonio de esos aparatos.
Publicidad
El bar Montreal, a pocos pasos de la Casa de la Cultura del Guayas, fue propietario de una rockola que por años dejó escuchar simpáticos temas. Incluso el poeta Fernando Artieda en su poema dedicado a Julio Jaramillo, menciona la marca del aparato que también estaba en otros popularísimos establecimientos como el Patio Español, Americano, Bolivesco, los bares de la calle Portete (cercanías de Puerto Lisa), los de la calle Salinas (18) y otros más. Todavía hay rezagos del uso de las Wurlitzer y Amy, pues se las encuentra en más sitios de esparcimiento. Y allá avanzan algunos melancólicos para escuchar añejas canciones y observar los movimientos y las luces de la rockola, mientras ellos apuran el deleite de un plato de fritada, o refrescan sus paladares con una cerveza helada.