FOTOS: Wellington Valverde y Vicente Tello.- Son siete días entre ritos religiosos,  dulces de 'Corpus',  noches cubiertas con luces multicolores de castillos y  juegos pirotécnicos, y la tradicional melodía Chola cuencana, infaltable en cada jornada  en los  repertorios de las bandas de pueblo.

La festividad religiosa del Corpus Christi, con 400 años de historia en Cuenca y una de las tradiciones más antiguas de esta ciudad, acoge a miles de habitantes durante el Septenario, que se inicia a los 60 días de la Pascua de Resurrección.

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Durante siete días de la fiesta los portales que rodean al parque Calderón, donde se concentra la celebración, se copan de quioscos en los que se expende una variedad de manjares.

Las quesadillas, alfajores, arepas de trigo y maíz, hostias con manjar o dulce de leche, turrones, suspiros, bolitas de remolacha, zanahoria y camote atraen el paladar no solo de los transeúntes sino también a decenas de  abejas que pululan por  los dulces.

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Mientras en el interior de la catedral La Inmaculada el olor a incienso se mete hasta por los poros y enciende el fervor religioso durante los ritos como   la procesión del 'Santísimo' y el rezo de la Hora Santa, en la que  los feligreses rinden culto a la imagen de Jesús Sacramentado, representado en la Custodia.

En la noche,     la música y el baile  se extienden hasta avanzada la noche, y son los denominados priostes los encargados de organizar y adquirir los  cohetes, globos y  castillos elaborados de carrizo y papel, festejo que por día representa un gasto que oscila de $ 250 a  $ 800.

Fueron los feligreses los primeros en patrocinar la celebración del Septenario, pero posteriormente se sumaron también diversas instituciones, que se hacen cargo de la preparación de las  siete jornadas.

La costumbre está arraigada en otras  ciudades y pueblos del país  con una mezcla de religiosidad y paganismo, donde a los ritos religiosos se suman  celebraciones con danzantes, toros, vaca loca, chicha, cuy asado, aguardiente y hornado, como ocurre en Pujilí, Saquisilí, Poaló, Salcedo y San Felipe, en Cotopaxi; La Huaca, en Carchi o Salasaca y Quisapincha, en Tungurahua, entre otros.