Simón Pachano
Le va muy bien al Gobierno en su empeño de demostrar que su revolución es incompatible con la democracia. La persecución a Teleamazonas, que seguramente terminará con su cierre definitivo, es el más reciente eslabón de una cadena que ya es bastante larga y que da la pauta de lo que se entiende por el socialismo del siglo XXI. Si alguien creyó que este sería una vía de profundización de la democracia, será mejor que vaya aceptando su error.
Basta sentir el fuerte tufo de viejo estalinismo que se desprende de cada una de las acciones y de cada una de las palabras para comprobar que libertad, pluralismo, tolerancia y discrepancia son términos que no constan en su diccionario. Al contrario de las izquierdas de Uruguay, Chile o Brasil, que entendieron el carácter multicolor del mundo, la de estos lados mira y remira el blanco y negro de la guerra fría. Hasta podrían reclamar derechos de autor por el invento de la máquina del tiempo que, al contrario de las especulaciones de ciencia-ficción, no sirve para moverse entre el presente y el futuro, sino para permanecer siempre en el pasado.
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Como corresponde a esa visión, donde se juega al todo o nada, el señor Presidente ha dicho que hasta daría su vida por la libertad de expresión. Resulta conmovedor escuchar frases de ese calibre, pero la verdad es que la democracia es bastante menos épica, más sencilla e incluso más aburrida. En democracia nadie tiene que andar por ahí dando su vida, si de lo que se trata es simplemente de respetar eso que en términos abstractos se llama Estado de derecho y que en términos concretos significa someterse a las leyes y aceptar todas las opiniones y posiciones existentes. Obviamente, todo ello dentro de un juego limpio, sin rescatar leyes expedidas por dictaduras, que son absolutamente incompatibles con el ordenamiento constitucional. Por ello, más fácil y menos doloroso que ofrecer la vida sería darle una mirada a la última disposición transitoria de la Constitución de Montecristi, en la que se deroga la anterior y se establece claramente que “El resto del ordenamiento jurídico permanecerá vigente en cuanto no sea contrario a la nueva Constitución”. Cualquier análisis sereno y desapasionado demostrará que esa ley –y otras a las que ha echado mano el Primer Mandatario– son absolutamente contrarias a esa Constitución exhaustiva en derechos y en garantías. Ahí hay una tarea concreta para el ‘Congresillo’, que puede derogar de inmediato esas leyes en lugar de hacer el show con el señor del Conartel.
Pero no cabe hacerse ilusiones. No habrá lectura de ese ni de algún artículo constitucional, como tampoco habrá derogatoria o por lo menos abandono de las leyes dictatoriales. Al contrario, si Teleamazonas se cierra será motivo más que suficiente para endurecer la posición. Seguramente en la lista de espera estarán EL UNIVERSO, Vanguardia y Hoy. Mientras tanto, nos tendrán discutiendo sobre Homero Simpson (cuya inteligencia debe causar envidia en algunos censores), las imágenes taurinas y los contenidos eróticos de ‘Dragon Ball’.