En relación a la controversia causada por las declaraciones del Papa Benedicto XVI durante su visita a África, es cierto que parte de la solución para combatir la epidemia del sida son la abstinencia y la fidelidad de las personas, como argumenta la Iglesia.  Pero cuando se le habla a una persona que ya es sexualmente activa, es fundamental enseñarle que debe protegerse con un condón como asunto de higiene sexual para evitar no solo el VIH, sino cualquier enfermedad venérea contagiosa. 

¿Que el virus del VIH atraviesa el látex (material del que un buen condón está fabricado)?   No es verdad, siempre y cuando el condón sea de látex (no de un material poroso) y responda a prácticas de calidad y cuidado.

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¿Que el condón es infalible contra el VIH-Sida? No, tampoco sería cierto porque tiene que saberse utilizar y tener cuidado que el látex no se haya roto por calor excesivo al guardarlo, etcétera. Pero de ahí a afirmar como verdad absoluta que el látex no funciona como barrera microscópica contra el virus, tampoco es cierto. Aparte de las múltiples pruebas científicas de que no es así (el látex fabricado bajo normas de calidad ISO 4074, pasa por un riguroso proceso de calidad y detiene en 10.000 veces el paso de cualquier sustancia a prácticamente cero), hay una prueba muy sencilla y criolla que la puede realizar uno mismo: si usted infla como un globo, con aire o agua, un condón de látex entero (sin agujeros), ni el aire ni el agua pueden atravesar el látex durante días enteros; no se diga durante horas o minutos. 

Si bien no se trata de defender el uso del condón “per se”, por sí solo o como única herramienta, se trata de reconocer que es una parte de la respuesta a la epidemia del VIH-Sida,  junto con la abstinencia sexual y la fidelidad, valores que coincido con la Iglesia, debemos enseñar a nuestros hijos y nuestra sociedad. Puede ser que el dogma de muchos católicos practicantes no les permita promover el condón en la lucha contra la epidemia del VIH-Sida, eso es comprensible, pero de ahí a hacerle una guerra a uno de los pocos instrumentos de salud pública y de protección que tienen los individuos que ya son sexualmente activos para protegerse de múltiples enfermedades venéreas, es desinformante y perjudicial a la salud pública de una sociedad.   

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Los médicos y científicos en salud pública sí aceptan que la fidelidad y la abstinencia son armas contra la epidemia, pero argumentan que en personas que ya son sexualmente activas el condón es otra herramienta. ¿Por qué entonces los demás no podemos ser igual de tolerantes y aceptar que se necesitan más herramientas, todas las posibles, para luchar contra esta epidemia en el campo de la salud pública? Existe en salud pública algo llamado el “abc”, que es una estrategia de salud que promueve la abstinencia, la fidelidad (“b” por la sigla de “be faithful” en inglés), y el condón, como herramientas no contrapuestas sino complementarias. Los únicos países que han logrado reducir en África y el mundo los índices de la epidemia, son los que han usado esta estrategia “abc”, junto al acceso a pruebas del VIH y a medicamentos y tratamiento médico gratuito. El Ecuador está hoy en el umbral de una epidemia catastrófica de este virus, acercándose rápidamente a tener 1% de su población infectada.  Una vez que un país alcanza ese 1% de la población general, el virus crece exponencialmente. Un ejemplo histórico y científico de investigación, compara a Brasil y Sudáfrica como dos ejemplos de cómo se puede afrontar esta crisis de salud.  En 1990 ambos países tenían el 1% de su población adulta infectada. Hoy Sudáfrica tiene 25% de su población infectada y Brasil solo el 0,3%. Mientras que Sudáfrica negó la existencia del virus, resaltó solamente el uso de la abstinencia, negó el acceso fácil al condón a su población sexualmente activa; en Brasil se hizo lo contrario, es decir se usaron todas las herramientas, mientras que en Sudáfrica se utilizaron solo unas cuantas.

Humberto Mata,
Guayaquil