Pedro X.Valverde Rivera
Esopo, considerado el padre de todos los fabulistas, escribió la clásica obra del pastor y el lobo, que a través de los años ha tenido diferentes versiones y adaptaciones.
Dice la historia que había un joven pastor que cuidaba un rebaño de ovejas a quien le gustaba gastar bromas pesadas.
Y en más de una ocasión alertó a la aldea pidiendo ayuda porque el lobo se quería comer a sus ovejas.
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Cuando la gente corría a ayudarlo, solo encontraba al pastorcillo riendo a carcajadas y burlándose de ellos por la broma gastada.
Sea por broma o no, el pastorcillo mentía y por ello, finalmente, la gente dejó de creerle.
Por ello, cuando realmente llegó el lobo a comerse sus ovejas, sus gritos de auxilio no fueron escuchados con el evidente y triste desenlace, que no hizo otra cosa que castigar al mentiroso.
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Lo sucedido al pastorcillo en la referida fábula es una constante en la vida de los seres humanos.
Vamos por la vida conociendo gente y dejando una huella con nuestras ejecutorias.
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Y ese cúmulo de actuaciones determinan generalmente la imagen de las personas y el concepto que el resto de la sociedad se hace de ellas.
El político, lo es cuando decide asumir un rol protagónico en la sociedad; y por ello, esta sociedad deposita su confianza en él al elegirlo para desempeñar funciones públicas en su nombre y para beneficio colectivo.
Por lo expuesto, la credibilidad de un político es el principal activo del que depende la durabilidad de su carrera pública.
Esa credibilidad tiene que ver no solo con lo que se promete en campaña, sino con el valor de su palabra.
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Sí, ese valor de la palabra que en tiempo de nuestros abuelos valía más que cualquier documento firmado y que hoy cada día vale menos.
Me he referido a las consecuencias que tarde o temprano generan las mentiras, al valor de la palabra y a la credibilidad de los políticos, con motivo de la reciente cadena nacional del Presidente de la República, en la que aseguró que no hay plan alguno para implantar una nueva moneda en el Ecuador, para hablarnos de un supuesto repunte del precio del petróleo con cifras que no cuadran y como siempre, para amenazar con la cárcel a los propaladores de esos supuestos falsos rumores.
Y mientras hablaba, venían a mi mente las imágenes de Jamil Mahuad y Ana Lucía Armijos, hace casi una década, descartando cualquier feriado bancario, asegurando que la banca estaba sólida y sana, etcétera.
Y venían a mi mente las afirmaciones de Correa, a inicios del 2007, descartando cualquier interferencia en los otros poderes del Estado y negando la disolución del Congreso; o en plena campaña por el SÍ, prometiendo que no sería afectado el Registro Civil Municipal; y su defensa al ex ministro del Deporte, afirmando que las fotos de Diario EL UNIVERSO sobre las obras inconclusas para los juegos nacionales no eran actuales.
Y francamente, pensé que mejor hubiera sido que no diga nada, porque su sola afirmación me hace creer lo contrario; la verdad, me quedé más preocupado.
Y usted amigo lector, ¿aún le cree a Correa?