“Podrán imitarnos, igualarnos jamás”, dice la inmensa bandera amarilla con letras azules que exhibe como estandarte supremo la hinchada de Boca Juniors. Es una síntesis perfecta de la colosal gravitación que ha tenido en la historia boquense su público. Y más abajo, al pie de la tela va estampada la firma: “el jugador número doce”, ese mítico y abstracto combatiente, una fuerza adicional que tantas veces impulsó al equipo a la victoria.
Cuando empieza a apretar el aliento en La Bombonera, al rival se le mueve el piso. En la tribuna virtualmente no se escucha lo que dice el vecino de asiento: el rugido de la multitud es atronador.
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Lo de jugador número doce nació en 1925, durante una inolvidable gira de Boca por Europa. Ya entonces viajó con la delegación un hincha, Victoriano Caffarena, el Toto, muchacho de barrio, hijo de italianos como casi todos en La Boca, aunque con una diferencia importante: era escribano y de familia adinerada. Toto aportó para la gira, pagó su viaje y acompañó al equipo en aquella aventura.
Salía al campo vestido como un lord inglés y posaba con el equipo. No eran tiempos como los actuales, en que hay auxiliares para todo. Y Toto, un auténtico dandi, pero sencillo, daba una mano llevando bártulos, cebando mate, alentando. Por eso los futbolistas le tomaron cariño y lo presentaban como “nuestro jugador número doce”. Así quedó tipificado el simpatizante azul y oro.
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El fervor de Toto fue más lejos. Vueltos del triunfal periplo, encomendó a un músico y a un escritor crear un himno boquense. De la idea nació una marchita simpática, de arranque pegadizo: “Boca Juniors, Boca Juniors… / ¡Gran campeón del balompié! / que despierta en nuestro pecho…/ entusiasmo, amor y fe. / Tu bandera azul y oro / en Europa tremoló…/ como enseña vencedora / donde quiera que luchó...”
Setenta y cinco años más tarde, emulando al pionero Caffarena, más de diez mil hinchas boquenses llegados de todas partes del mundo montaron un carnaval en el estadio Olímpico de Tokio para ver a la divisa triunfar sobre el Real Madrid y quedarse con la Copa Intercontinental. Nunca en el historial de la competencia un club arrastró a Japón tanto público propio. Los había como Toto, de buen pasar, otros hicieron colectas y algunos hasta sacaron préstamos, pero Boca fue local también a 18.357 km de su célebre Bombonera. Y desplegaron la bandera insigne, aquella de “Podrán imitarnos…”
FIFA.com en español realizó una atractiva encuesta con los lectores sobre cuál es el equipo más popular de Sudamérica. La cual nosotros extendemos a todo el continente. Una copiosa cantidad de internautas, la mayoría no argentinos, respondió Boca. El veredicto estaba cantado. Aficionados de México, Guatemala, Honduras, Costa Rica, Venezuela, Colombia, Perú, Chile, Uruguay, incluso Brasil, se inclinaron por el club de las 50 estrellas (las luce en su escudo y resumen los títulos ganados en sus 104 años).
Muchos electores lo justifican por sus últimas conquistas internacionales, sin embargo Boca es una pasión desbordante desde la aurora del fútbol. En 1911 ya la grey exigía triunfos y la directiva contrató a los tres cracks uruguayos del momento: Juan Delgado, José Benincasa y el Loco Romano.
En la presentación de su página de internet, Manchester United se autotitula “El equipo de fútbol más popular del mundo”. A su vez, Flamengo se considera “O mais querido” de Brasil (y del universo), con un número calculado en 34 millones de torcedores. Real Madrid también podría ufanarse de ser el más renombrado. Y Milan el más ganador.
Los parámetros para establecer la popularidad de una institución son varios: 1) volumen de público; 2) cantidad de asistentes a los partidos (que no es lo mismo); 3) fidelidad; 4) aliento durante el juego; 5) conquistas; 6) prestigio nacional e internacional; 7) grado de expectativa despertado en los hinchas rivales. Si se meten estos ingredientes en una coctelera no hay duda posible: Boca es por un océano de distancia el club más popular de América. Y tal vez del mundo.
El hecho es doblemente notable pues en Argentina el favor popular no está polarizado. Todos los equipos tienen enormes legiones de aficionados, similar al universo de seguidores de Inglaterra y Brasil. Y dentro del mismo conglomerado humano de Buenos Aires comparte corazones con River Plate, Independiente, Racing, San Lorenzo, Huracán, Vélez Sarsfield, Argentinos Juniors, Lanús, Banfield, Chacarita, Platense, Tigre, Quilmes, Ferro y unos cuarenta más de menor porte. No se da la ecuación europea “una ciudad, un club” (a lo sumo, dos).
La pasión boquense no está hecha con mercadeo. Es de extrema pureza.