Si ustedes admiran a las mujeres solteras que luchan por sacar adelante a sus hijos, yo les participo la soledad de la mujer de un militar y su tristeza al enfrentar solas las enfermedades de sus hijos o educarlos; festejar un Día del Padre con este ausente o el nacimiento de un hijo, una Navidad, solas.
Cuántos fines de semana trabajando sin sueldo.
Cuánta tristeza porque nuestro hijo no reconoce a su padre por su ausencia en el hogar y este no sabe cómo compensar el tiempo perdido, y de hombre fuerte se transforma en frágil ser derramando lágrimas de impotencia, pero consciente de que siempre el deber a la patria está primero. Nosotras no somos militares, pero por amor a la patria nos ha tocado una vida difícil y también a nuestros hijos. Coger maletas de un día para otro y adaptarse a otro lugar, convenciendo a nuestros hijos de que a lo mejor es el último pase y por amor a la patria deben sacrificarse.
Llega el momento de ir al grano, mi esposo ingresó a la milicia cuando tenía 17 años. Culminó su escuela después de cuatro años y con su corazón lleno de amor a la patria, si antes de cumplir 22 era ya subteniente, dejó su fuerza después de 35 años de servicio. Yo lo acompaño desde hace 25 años. Luché codo a codo con mi esposo para ayudar a que nuestra gente se sienta mejor, no solo militares, sino que se luchó por la gente civil para que tuviera mejor calidad de vida; se trabajaba no con presupuesto de las Fuerzas Armadas sino con colaboración de amigos civiles.
Señor Presidente, cuando mi esposo ascendió, usted me dijo de su admiración a la mujer del militar, que es la verdadera heroína.
No les pida a estas heroínas que sigan sacrificándose más. Nuestros esposos se han ganado ese retiro con sacrificio de todo tipo.
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No es fácil ser militar. Mi esposo se ganó su retiro aportando 35 años de su vida. Al negarle que se reintegre a trabajar honestamente, usted está matando la ilusión de sentirse útil en esta sociedad; está matando a estos hombres –que toda la vida han sido muy activos– a recluirse en sus casas y dejarse morir.
Qué clase de sociedad desea usted, señor Presidente. Si me habla de justicia, ¿dónde está la justicia para los retirados? Mermarles su retiro equivale a robarles. ¡Sí, señor Presidente, un robo descarado está usted cometiendo, el peor de los crímenes, al dejarlos sin que puedan transmitir todos sus conocimientos de 35, 30, 25, 20 años de servicio a la gente joven de nuestra sociedad!
A la gente con experiencia usted la castiga y dice que es por equidad, ¿dónde está su equidad? Yo, como mujer, madre, esposa, le exijo, señor Presidente, que me demuestre que mi esposo, un hombre con una vida militar íntegra, estuvo involucrado con la CIA.
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Estoy esperando que me mire a los ojos y me muestre las pruebas. Tengo una vida sin comodidades pero muy digna, lo que hemos obtenido durante este tiempo es fruto de un trabajo esforzado.
Jamás, señor Presidente, podrá usted denigrar la imagen que tengo yo de mi esposo y mis hijos de su padre.
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Quiero que sepa que trabajar con usted no fue agradable para mi esposo; a los pocos días de ser nombrado comandante general fue acusado de la muerte de la ministra de Defensa.
Pero no se habla de los aviones viejos en los que la misma ministra se quiso subir; no se habla de que su pequeña hija pidió permiso en el colegio porque tenía planificado ir a volar, muchas de sus compañeras lo comentaron públicamente. Mi esposo fue invitado a esa actividad, nada tuvo que ver. Le siguen un juicio por homicidio involuntario.
Señor Presidente, usted sabía que el radar no funcionaba y sabía que no se tenía material para defenderse porque a todos sus ministros de Defensa se les hizo saber.
Si ellos no le comunicaron, problema de ellos, pero por amor a la patria siempre se encuentra a quién culpar. ¿Por qué nombró al señor Sandoval embajador de Ecuador en Argentina? Unos salen para usted desprestigiados, mientras sus amigos salen premiados. Por amor a la patria le exijo, señor Presidente, respeto a los militares y sobre todo no aniquile a los retirados de la tropa que son los que más necesitan; no asesine los derechos adquiridos; no viole las leyes que consagran ese derecho.
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No me parece justo que usted, trabajando cuatro años tenga un sueldo de por vida; pero la ley es así y yo sí la respeto con la altivez y el orgullo de ser la esposa de un militar retirado