Una princesa arrogante y egoísta. Esa es la visión que tres estadounidenses ex rehenes de las FARC presentan de su compañera de cautiverio, Íngrid Betancourt, quien –aseguran– mantuvo al menos dos romances durante su obligada estadía en la selva colombiana.

Out of Captivity,  en español  Fuera de cautiverio,  fue escrito por los ex contratistas norteamericanos  Marc Gonsalves, Keith Stansell y Tom Howes, capturados al ser abatida su avioneta en febrero del 2003, mientras tomaban fotos aéreas de plantaciones y laboratorios de producción de cocaína.

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En el libro se señala que en el campamento de las Fuerzas Armadas Revolucionarias de Colombia (FARC) era evidente que la ex candidata presidencial sostenía una relación con el ex congresista Luis Eladio Pérez al igual que lo hacía otra ex congresista, Gloria Polanco, con el ex legislador Jorge Eduardo Géchem, quien se divorció de su esposa Lucy tras 17 años de matrimonio, poco tiempo después de ser liberado por las FARC, que lo mantuvo retenido seis años.

Stansell es quien más se ensaña con Betancourt y menciona que esta compartía a veces el lecho con Pérez. Además, la define como una mujer dominante que vivía en cautividad como “si estuviera de campaña electoral”, planificando constantemente cómo sería la vida en Colombia cuando ella llegara a la Presidencia. Incluso asegura que dirigió una requisa contra los secuestrados.

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Según este relato, ella y Luis Eladio Pérez “decían lo que los presos querían oír y no dudaban a la hora de mentir”, para dominar la situación y beneficiarse personalmente. “Ella pensaba que si habían construido aquel campo de reclusión era porque las FARC sabían que la iban a liberar pronto”, dice.

Afirma que pensó: “La jodida princesa se cree que las FARC han construido este castillo para ella solita (...). ¿Cuán arrogante puede llegar a ser?”.

La acusa también de poner en riesgo sus vidas: “Me enteré a través de uno de los guardias de confianza que Íngrid les había mandado notas contándoles que éramos agentes de la CIA y que nos quería fuera de allí”.

Gonsalves es, de los tres, quien muestra la cara más humana de Betancourt, afirmando  que pasaba largas horas del día encadenada, después de un fallido intento de fuga. Sin embargo, la retrata como si viviera fuera de la realidad.

Su testimonio es más benigno tal vez porque, según sus palabras, tuvo una relación sentimental con ella, aunque concuerda con Stansell en que ella y Luis Eladio Pérez también fueron pareja sentimental.

“Es una mujer fuerte. Solía hacerle la vida difícil a esos guerrilleros”, la defendió Gonsalves tras confesar que aún se hablan por teléfono y por correo electrónico. “Nunca la vi quejarse o llorar cuando la amarraban a un árbol”, contó.

Pero según el libro, Betancourt no solo despertó pasión en Gonsalves y Pérez.  Siempre, según el ex rehén, hubo un enfrentamiento a golpes entre Pérez y otro secuestrado, el teniente del Ejército Raimundo Malagón, por Íngrid.

“Una mañana me levanté y escuché gritos, cuando salí a mirar qué pasaba vi cómo Malagón se había abalanzado sobre Lucho (Luis Eladio) y lo había lanzado al piso. Tenía una rodilla sobre él y le había inmovilizado los brazos; mientras Luis Eladio sacudía las piernas y giraba el torso tratando de soltarse, Íngrid estaba a un lado llorando y tiró sobre el oficial unos papeles”, que eran notas irrespetuosas.  Malagón no aceptó ni negó el incidente.

Más preciso fue Howes: Betancourt “es una persona a la que le gusta controlar y manipular” y “eso en cautiverio es una cosa muy difícil”, agregando que está “interesada en ella misma” y llegó a extremos como “no querer compartir la comida en partes iguales”.