Pedro X.Valverde Rivera
La economía ecuatoriana depende en gran medida del precio internacional del petróleo.

Especialmente, el presupuesto general del Estado se nutre, en gran medida, de los ingresos petroleros.

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No soy economista como el iluminado revolucionario a cargo de terminar de destruir el Ecuador (con mucho éxito hasta ahora); sin embargo, utilizando el sentido común (que cada día me convenzo más de que es el menos común de los sentidos) pretendo, en este espacio, hacer una sencilla reflexión y compartirla con usted, amigo lector.

Si el precio del petróleo no llegó a los 30 dólares por barril en el gobierno de Lucio Gutiérrez y sin embargo, la economía gozaba de estabilidad; si cuando comenzó a subir algo más, en el gobierno de Alfredo Palacio se crearon fondos de ahorro para sostener la dolarización y la economía se mantuvo estable...

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¿Cómo es posible que en dos años de la larga noche de la revolución ciudadana en que el precio del petróleo llegó a récords históricos y que incluso se operaron más pozos debido a la terminación ilegal de contratos con petroleras extranjeras, por el contrario, se hayan liberado esos fondos, gastado en bonos, contratos a dedo, en pago puntual de la tan cacareada deuda externa dizque ilegítima, en costear a toda la nueva burocracia innecesaria creada por la revolución para la seguridad y satisfacción del supremo y su aspiración de tener un Estado ballena?

Es decir, ¿dónde está el dinero de las vacas gordas?

¿Dónde está el ahorro que cualquier administrador responsable debió guardar para época de crisis?

Porque es al Estado, ahora sí, al que le corresponde reactivar la economía y estimularla.

Claro, solo que nuestro Estado, ahora al mando de un Gobierno altivo, soberano y revolucionario, es como aquellos padres que son padres cuando se trata de gritonear, castigar y retirar los diplomas de los hijos, pero no cuando toca pagar las facturas o cuidar a un hijo enfermo.

Es decir, el Estado según nuestro genio a cargo, debe controlarlo todo, nada al sector privado, porque el Estado es de todos; sin embargo, cuando toca poner el billete para reactivar la economía, ahí sí mira al cielo ¡y se va por la puerta de atrás silbando!

No como en Estados Unidos, por ejemplo, en el que el Gobierno está inyectando importantes recursos para reactivar la economía, ayudando al sector privado a enfrentar la crisis.

O como en Chile, para que no se molesten nuestros admiradores del Che.

¿Sabe usted cómo enfrenta el gobierno de Chile la crisis?

Bueno, de los 20 mil millones de dólares que ahorraron con el alto precio del cobre, van a inyectar a la economía 4 mil millones.

Mientras por estos rumbos, es al revés; como se gastaron el ahorro, ahora el pueblo es el que le inyecta dinero al obeso Estado, a través de los fondos del IESS, que lamentablemente no volveremos a ver.

¿Qué le parece, amigo lector?

Y usted, ¿todavía le cree a esta revolución?

Hay un dicho popular, muy sabio por cierto, que dice que hay que aprender a ahorrar en tiempo de “vacas gordas” para cuando llegue el tiempo de “vacas flacas”.

Aquí en tiempo de vacas gordas se engordaron muchos, menos los dueños de las vacas y ahora, en época de vacas flacas, son los dueños (el pueblo) los que tienen que ver cómo sobreviven.