Alfonso Reece D.
Como a los ecuatorianos no nos han enseñado a diferenciar entre país, Estado, nación, gobierno y patria, el Gobierno de turno siempre habla como si fuese “la patria”. La patria para nosotros se encarna en una señora cuyo pecho rebosa (y rebosa de petróleo, nada menos), en una mamá. Y una buena mamá no solo tiene obligación de alimentarnos, sino que a veces se pone brava y nos da un par de correazos. Pero, sobre todo, nos cuida.
Nos cuida, por ejemplo, para que no nos compremos tonterías, como hojas de choclo o celulares, porque después no vamos a tener para comprar cosas importantes. Bueno, retornemos a la realidad, mami, ¿en qué país se acabó la toda plata porque se importó demasiado? En ninguno. En el Ecuador, durante la Colonia sí faltaba la plata, pero se debía a las exacciones de la Corona, que exigía exorbitantes “situados” y otros tributos, mientras simultáneamente cerraban el país al comercio y a las ideas. La fórmula para arruinar un país no ha variado.
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Pero se apela al resentimiento social y se sostiene que si se cortan las importaciones de perfumes de los pelucones se podrá, más bien, traer harina para el pueblo. Muy bien, ¿cuál pelucón con los dólares que se iba a comprar un frasco de Gucci lo destinará a traer tres quintales de harina?
Claro que se puede quitarle esa plata… ¿es eso lo que traman? Entonces hablen claro.
Dicen también que se acabará la plata que mantiene funcionando el aparato productivo. Si un panificador, en lugar de hacer las provisiones necesarias para comprar harina, para hacer pan para el pueblo, se gastó esos dólares en un celular con jacuzzi, es un idiota que merece quebrar. Si así ocurre, la gente no se morirá de hambre porque el 99% de los panaderos no son idiotas y usarán sabiamente sus caudales para tener siempre harina y así mantener su negocio.
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Las limitaciones a las importaciones siempre han tenido solo dos propósitos: uno, proporcionar más ingresos aduaneros a un gobierno insaciable, y otro, favorecer a los productores nacionales ineficientes. La apertura de los últimos años hizo relativamente competitivos a los productores nacionales, ¿por qué queremos volver atrás? ¡Porque es más rentable y fácil trabajar en un mercado cerrado! A la final, el contrabando dará al traste con estas dos intenciones.
En cambio, sí es verdad que nos estamos gastando la plata del petróleo en autos de lujo y en canguil importado. ¿Algún comerciante perverso habrá perforado el SOTE y estará vendiendo petróleo para con ese dinero importar muñecas chinas? No, ciertamente. Es un Gobierno dispendioso, que genera enormes volúmenes de gastos improductivos, el que introduce ese dinero en el circuito económico, favoreciendo la hipertrofia de las importaciones. Esta sociedad “bonificada” recibe cada mes centenares de millones de dólares gratis vía bonos, subsidios y gasto corriente. Como ahora ahorrar es malo, la consecuencia es obvia: ¿por qué no nos vamos a gastar ese dinero en iPods y Play Stations, si total, el próximo mes nos lo vuelven a regalar? Basta succionar el rebosante pecho de la patria.