“Está ebrio... No sabe lo que escribe... Dice eso porque es argentino...
Habrase visto...”. El público casi nunca coincide con la opinión del periodista. Y está mayoritariamente convencido de que el hombre de prensa tiene una visión interesada, parcial, no ecuánime. Es el riesgo que se corre al subjetivar.
Se inició esta semana la 50ª edición de la célebre Copa Libertadores. Ocasión propicia para echar una mirada retrospectiva y alinear el equipo ideal de la historia de la Copa. Es un juego atractivo. Miles la han jugado, cientos han destacado. La condición esencial que nos hemos autoimpuesto al escoger es que los integrantes de este once deben ser campeones. Sería ridículo que un zaguero sin títulos, por extraordinario que fuera (el caso de Elías Figueroa), desplace a Pancho Sa, seis veces coronado.
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Lo mismo acontece con la gravitación de un futbolista en el título de un club. Difícilmente vuelva a darse una actuación como la de Juan Carlos Henao en el Once Caldas campeón del 2004. Él jugó catorce partidos extraordinariamente bien. No hay duda posible: sin él, Caldas no levantaba la Copa.
De antemano, duele marginar de este once hipotético a un genio como Falcao (subcampeón en 1980); a Carlitos Caszely, luminaria excluyente de la edición 1973 con Colo Colo; al cimbreante Willington Ortiz, figura enorme con tres casacas diferentes (Millonarios, Deportivo Cali, América), mas no dieron la vuelta olímpica.
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El puesto de arquero es, justamente, el más controvertido. Elegimos a Éver Almeida por ser un notable golero, doble campeón (1979 y ’90), atajador y rematador de penales, decisivo en las conquistas de Olimpia y hombre récord de la competencia (16 años y 113 partidos). Sin dudas, Higuita, Henao, Chilavert, Rogerio Ceni, Zetti, Manga y Santoro le pisan los talones en calidad y rendimiento, sin embargo, el uruguayo-paraguayo es el indiscutible arquero de la historia. Éver parecía el perfecto antiatleta, pero fue un maravilloso evitador de goles (por si acaso, la misión esencial de un guardameta).
Dos brasileños se disputan el lateral derecho: Cafú y Nelinho. Elegimos al primero por ser bicampeón y por representar a un equipo histórico: el San Pablo de Telé. Pero haber visto los bombazos teledirigidos de Nelinho es toda una fortuna. Pablo Forlán (Peñarol), Chiqui Arce (Gremio, Palmeiras), el Negro Ibarra (Boca Juniors) son otros referentes del puesto.
Hugo De León, triple ganador con Nacional y Gremio, caudillo con clase y estampa, y Francisco Sa, hexacampeón, gran intuitivo en la marca, es la dupla de zagueros. La zaga es, quizás, donde menos estrellas recuerda la Copa. El lateral izquierdo debería ser unánime: el uruguayo Ricardo Pavoni, sangre charrúa, fabuloso en el mano a mano, abonado al gol, capitán, ganador, impasable. Junior, campeón con Flamengo en el ’81, es otra mención ineludible, pero el Chivo ganó cinco copas. Más que eso: Pavoni “es” la Libertadores. Incuestionable.
Todos los que jugaron o enfrentaron a Pedro Virgilio Rocha tienen un concepto unánime: fue un crack. Reunía técnica, potencia y gol. Coronado con Peñarol (’61 y ’66), ídolo en el San Pablo, es el “8” ideal de la Copa. Y un caballero de las canchas.
Zito, esclarecido distribuidor de juego del Santos, es el centromedio titular. Jugaba o raspaba, según viniera la mano. Para Pelé, “un fenómeno”. Claudio Marangoni, exquisito volante de Independiente en 1984, fue otro excepcional exponente del círculo central. Claudio lucía más, pero Zito era el comandante de la victoria.
Ricardo Bochini es “el” 10, entre varios prodigios como Zico, Riquelme o Francescoli. Además de genio, Bochini los aventaja en números: ganó cuatro coronas, siempre como figura esencial. Es hereje excluir a Riquelme (conductor cerebral y tricampeón con Boca), sin embargo, no alcanza la estatura de jugador del Bocha.
Dos veces jugó la Libertadores, en ambas fue campeón, en una goleador. Imparable, insuperable. Si aún no bastara con eso, digamos su nombre y termina todo: Pelé.
El equipo de todos los tiempos arranca con un ecuatoriano y diez más. Es Alberto Spencer. El 9 de la marca irrepetible: 54 goles. Y por si acaso, tricampeón (1960, ’61 y ’66). Palhinha, Fernando Morena, Raúl Vicente Amarilla, Hernán Crespo hicieron muchos goles vitales. Pero ni se acercan a Cabecita de Oro.
La punta izquierda la retiró del mercado Juan Ramón Verón el día que dejó el fútbol. La Bruja, tricampeón con Estudiantes (68-69 y ’70), era completo: hacía los goles, enloquecía al público, daba brillo a un equipo mañero y áspero. Un inmortal.
Que quede claro: son los que más méritos hicieron en la Libertadores. No cuentan títulos mundiales ni otras hierbas. Pasemos en limpio: Almeida; Cafú, De León, Sa y Pavoni; Rocha, Zito, Pelé y Bochini; Spencer y Verón.
Treinta y tres títulos en solo once jugadores. Cuatro uruguayos, tres brasileños, tres argentinos, un ecuatoriano. Cuadrazo del revés y del derecho.