José Ignacio Chauvin, (a) Nacho, el ex asesor del ministro de Seguridad Interna y Externa, Gustavo Larrea, y preso por supuestas vinculaciones con un caso de narcotráfico y con las FARC, nació en Loja el 18 de julio de 1975.

Su abuelo, Luis Chauvin, era un fotógrafo  francés que llegó en la década del cincuenta y se hizo famoso retratando a la sociedad de esa ciudad. De su matrimonio con una señora de apellido Hidalgo nacieron ocho hijos, entre ellos Teresa Chauvin, superiora del Colegio Mariana de Jesús, tía de Ignacio.

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Entre los hombres están Luis, autor del libro  De Loja con Humor  y columnista de  El Comercio; Rigoberto, director ejecutivo del Centro de Investigaciones Sociales de Loja (Cisol); y Flavio, padre de José Ignacio, licenciado en Leyes, quien fue activo militante de la Izquierda Democrática en Loja y jefe político durante la gobernación de Alba Luz Mora (1988-1992).

Una vez concluido el gobierno de Rodrigo Borja, Flavio, su esposa Silvana Alvear (profesora lojana) y sus tres hijos, del cual José Ignacio es el mayor, se trasladaron  a Quito porque  fue invitado a trabajar en Petroecuador en derecho ambiental.

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Un familiar cercano cuenta que desde  niño José Ignacio trabajó en el campo social, ayudando a su padre en su tesis de grado en Yangana, pequeña población cercana a Vilcabamba, donde vivieron por  años en una “finquita” que recibieron por herencia paterna. Luego volvieron a la ciudad de Loja, a un apartamento arrendado por la Plaza Central, hasta ir a Quito.

Al poco tiempo de llegar a Quito y siendo estudiante de cuarto curso en el Colegio Mejía,  se vinculó a las marchas que Pedro Restrepo realizaba cada miércoles en la Plaza Grande para reclamar por sus dos hijos  desaparecidos en el gobierno de León Febres-Cordero.

En fotos de la  época José Ignacio aparece en la avanzada de las concentraciones frente al piquete policial que impuso el presidente de entonces, Sixto Durán-Ballén. Comenzó a faltar al colegio y fue expulsado.

Lo arrestaron y torturaron por primera vez el 14 de febrero de 1993, según  una denuncia de la Comisión de Derechos Humanos de las Naciones Unidas. Ahí se dice que fue detenido por la Policía, atado a una silla y golpeado en la cara, el estómago y las plantas de los pies. Torturas similares se produjeron en cuatro ocasiones, incluso cuando huyó a la provincia de Loja, se interceptó una llamada de la Policía en la cual decían “ya sabemos dónde está el gritón” y lo hallaron para amedrentarlo.

Como “más fogoso que inteligente” lo recuerdan algunos compañeros de lucha en el caso Restrepo y aseguran que la represión se enfocó hacia él por su carácter beligerante como una forma de amedrentar a los demás jóvenes que se comenzaron a unir a la causa. De un grupo de jóvenes que acudían a estas marchas surgió la Asamblea Permanente de Derechos Humanos (APDH), liderada por Alexis Ponce.

Pedro Restrepo recuerda que “hubo que conseguirle una especie de asilo político a través de la Comisión Ecuménica de Derechos Humanos” y  viajó a Montevideo (Uruguay).

Su hermano dice que para solventar sus gastos, José Ignacio pidió trabajo en la Embajada de Ecuador y le dijeron: “Usted es un subversivo, no lo podemos ayudar”. Cuando Sixto fue a Uruguay, Chauvin lo recibió con plantón en la Embajada. Entonces no estudiaba.

Cuatro años después y por falta de recursos,  Chauvin regresó al país. Sus padres ya vivían en Salinas (Guayas), a donde su papá pidió el traslado de Petroecuador por los continuos hostigamientos de los que –decía– seguía siendo víctima.

Terminó su bachillerato (vivía en Salinas y viajaba una vez por semana a pasar pruebas) en el colegio Pablo Aníbal Vela Egüez, de Guayaquil.

Llegó el gobierno de Abdalá Bucaram (1996) y su padre perdió su trabajo y se dedicó a su antiguo oficio: la artesanía y la pintura. Su madre sigue siendo maestra de Literatura en el colegio Rubira en Salinas. Con el título de bachiller,  Nacho  regresó a Quito y se vinculó a la APDH, donde conoció a Gustavo Larrea, quien –según Restrepo–  solo se presentó en una ocasión a las marchas de los miércoles, en compañía del general Frank Vargas Pazzos.

En 1998, a raíz del fenómeno de El Niño, regresa a Santa Elena como parte de unas brigadas de la APDH.  En el 2004 vuelve a Salinas y lidera la Mesa de Jóvenes del Plan Estratégico para el Desarrollo de la Península, del alcalde Vinicio Yagual (antes del PSC), pero “no fue muy afín con lo que pasaba en el Municipio y no le pagaba”. Entonces decidió volver a Quito dos años después, en el inicio de la campaña presidencial de Rafael Correa.
Para entonces se había casado con Catalina Campos, de quien se separó hace seis meses y con quien tiene dos hijos, de 4 y 2 años.

Forma un grupo de jóvenes, en especial de la Universidad Central, que se hace llamar Brigadas Simón Bolívar y recogen, según cuenta su hermano, 400.000 firmas para   Correa. Los grafitos de este movimiento rodearon la residencia de la Embajada colombiana tras el ataque en Angostura con leyendas que hacían alusión al “gobierno paramilitar de Uribe” y la palabra “Simón” promocionaron el Sí en el referéndum.

Restrepo cuenta que no volvió a saber de Chauvin hasta unos días antes de la posesión de  Correa. En esa ocasión lo llamó para decirle que el Gobierno estaba  interesado en reactivar el tema del rastreo de sus hijos en la laguna de Yambo.

Dos semanas después lo volvió a llamar para informarle que había sido nombrado subsecretario de Coordinación Política del Ministerio de Gobierno (27 de enero 2007).

En el Ministerio, Chauvin duró tres meses, según su hermano, “porque no aguantó el escritorio” y se vinculó  a los “proyectos de frontera” de la Aldhu, a cuyo director, Juan de Dios Parra, conocía desde la juventud. También desertó de estudios de Derecho a distancia con la Universidad de Loja (UTPL).

En noviembre organizó la ‘Caminata Nacional Simón Bolívar’, que partió desde Quito  a  Montecristi y tuvo jornadas dedicadas a las montoneras del ex presidente Eloy Alfaro y a Víctor Jara (cantautor chileno asesinado durante el golpe militar en Chile). Se lo recibió como  comandante Nacho, un apelativo  que, según su hermano, se ganó  por admirar al Che Guevara y que cambiaría la interpretación de mensajes de las computadoras de ‘Raúl Reyes’, donde Larrea menciona a alguien a quien llamaba “mi hermano Nacho”.