Seguramente el ecuatoriano Wilmer Manuel Tandazo y su pequeña hija Marelis del Cisne, de 10 años, nunca experimentaron la sensación de que estaban a punto de fallecer intoxicados por inhalación de monóxido de carbono.
La denominada “muerte dulce”, generada por la deficiente combustión de calentadores o estufas, es muy rápida y no provoca angustia. Llega, aturde a sus víctimas y las aniquila.
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Para combatir la ola de frío que a principios de año azotó España, la familia Tandazo-Bustamante, oriunda de Piñas (El Oro), encendió un brasero en el interior de su vivienda ubicada en María de la Salut, un municipio en la isla de Palma de Mallorca, en el archipiélago de Baleares. Solo la esposa y madre de las víctimas, Eufemia Esperanza Bustamante, trabajadora del sector de la hostelería, se salvó de morir.
César Borobia, profesor de Medicina Legal, de la Universidad Complutense de Madrid, explica que el proceso normal de respiración de la persona consiste en la captación de oxígeno y la eliminación de anhídrido carbónico.
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Sin embargo, este ciclo se ve interrumpido cuando “hay una molécula de monóxido de carbono que se fija a la hemoglobina del hematíe y frena este intercambio”. Cuando se produce la intoxicación por combustiones incompletas, el individuo, a medida que inhala el gas, siente una especie de borrachera. “Mientras más fuerza y conocimiento pierde, el individuo ofrece menos resistencia. Al final muere”, añade.
No es la primera vez que la intoxicación por monóxido de carbono enluta a familias ecuatorianas. El 26 de diciembre de 2000, los cuerpos inertes de Linda Benilda Rezabala Fiallos, de 20 años, y de Ruth Narcisa Malo Fiallos, de 23, aparecieron junto a los cadáveres de tres perros en una vivienda en la localidad madrileña de Galapagar.
La Guardia Civil concluyó en su informe que las jóvenes guayaquileñas fallecieron por la inhalación de gas, producto de una mala combustión en la caldera, una de las rejillas de ventilación que se encontraba a la altura del suelo estaba tapada con leña.
A finales del 2008, dos connacionales murieron asfixiados en el interior de una camioneta aparcada en una zona de descanso cercano de una autopista en Ticino, al sur de Suiza. Las autoridades hallaron en el interior del vehículo un generador de gasolina para recargar la batería de los coches.
Entre las víctimas españolas se registra una tragedia suscitada en el 2005 cuando 18 jóvenes murieron por inhalación de monóxido de carbono en el albergue de San Cristóbal en la localidad de La Todolella (en Castellón).
Cada año los gobiernos autonómicos emprenden campañas con consejos para el correcto funcionamiento de las instalaciones que utilizan el gas como combustible. En Madrid, la información se distribuyó también en locutorios.
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Mareo, náuseas y desvanecimiento son algunos de los síntomas de la intoxicación por inhalación de monóxido de carbono. En el sistema de calefacción, la llama, que debe ser azulada y estable, se torna ruidosa, roja y con puntas amarillas.