Los Cardenales de Arizona y de los Acereros de Pittsburgh ya se encuentran en Tampa.

Un triunfo siempre es algo importante y más si se consigue en el primer Super Bowl que se disputa como profesional, pero para el mariscal de campo de los Acereros de Pittsburgh, Ben Roethlisberger, todo eso no fue suficiente para borrar la mala imagen que dejó en el campo.

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Por eso, en el "Día de la Prensa", de la 43a. edición del Super Bowl, el segundo que va a disputar con los Acereros, Roethlisberger es consciente de que esta vez tiene que demostrar que el equipo está ahí no sólo por la gran defensa que poseen sino por el trabajo que él mismo y el ataque realizan.

Roethlisberger es consciente de que tiene suerte de estar en el Super Bowl, pues, como él mismo reconoce, los Acereros podrían haber perdido más partidos por culpa de su actuación.

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Algunos equipos ganan campeonatos gracias al trabajo que realizan los mariscales de campo, pero en el caso de los Acereros vieron cómo no perdieron el Super Bowl de 2004, al margen de la gran ayuda que les dieron los árbitros, por el trabajo excepcional de la defensa.

Si los Acereros hubiesen tenido que basar su éxito en la aportación de Roethlisberger, entonces, todo hubiera sido muy diferente y para peor.

El propio "Big Ben", como familiarmente se le conoce al mariscal de campo de los Acereros, reconoce que el equipo no perdió el partido a pesar de su mal juego.

Al mostrarse tan nervioso como un adolescente al que se le lleva a un examen de conducción, Roethlisberger completó nueve de 21 pases con dos interceptados.

Estaba tan mal que los Acereros confiaron en un receptor abierto, Antwaan Randle El, para lanzar el pase de touchdown crucial para vencer por 21-10 a los Halcones Marinos de Seattle, en Detroit.

Roethlisberger se convirtió en el mariscal más joven en ganar un Super Bowl a los 23 años, pero no tenía mucho de qué sentirse orgulloso por la labor que hizo en el campo.

No mucho después, el carácter del jugador mejor conocido por su competitividad que por sus pases bien lanzados comenzó a cambiar y a demostrar que es pieza fundamental también en los triunfos de los Acereros.

"Obviamente me comencé a molestar porque no jugué tan bien, porque desilusioné a mis compañeros y no ayudé al equipo a ganar el partido", admitió Roethlisberger, quien tiene como filosofía ser el más competitivo en todos los aspectos y se niega a perder.

Ante estos antecedentes, el Super Bowl del próximo domingo tiene doble valor para el mariscal de los Acereros que buscará no sólo el triunfo sin la reivindicación de hacerlo bien cuatro años después de su debut en una gran final.

Por si lo anterior no fuese suficiente, Roethlisberger también tendrá el aliciente de enfrentarse al equipo que dirige Ken Whisenhunt, el mismo que lo formó y le enseñó a dirigir el ataque de los Acereros cuando éste era coordinador ofensivo.

"Creo que existen muchos motivos de interés profesional y personal para que este Super Bowl sea muy especial para mí", comentó Roethlisberger. "Pero como siempre he dicho al final lo único que cuenta es el triunfo, sin importar las estadísticas de nadie".

También reconoce que no será fácil superar a un rival que tiene en el puesto de mariscal a un profesional de la talla y categoría personal como Kurt Warner, quien a sus 37 años vuelve para disputar su tercer Super Bowl.

"Ahora todo será diferente de mi primera participación en el Super Bowl, pero también enfrente habrá un gran rival y un profesional excepcional como Warner, al que admiró como persona y profesional", subrayó Roethlisberger. "Además para mí Whisenhunt también es algo muy especial por todo lo que me ayudó al comienzo de mi carrera".

Roethlisberger tendrá emociones encontradas cuando salte el domingo al Raymond James Stadium de Tampa, pero al final su única ilusión es conseguir el título de campeón del Super Bowl y además hacerlo con una gran actuación en su posición de mariscal, que pueda borrar la mala imagen que hace cuatro años dejo en Detroit.