Soy una persona con discapacidad física, lo cual significa que a diario debo luchar con mis limitaciones para que se respeten y valoren mis derechos como ser humano sobre todo.
El pasado viernes, a las 08:00, en las calles José Vicente Trujillo y Aurora Estrada, al sur de la ciudad, un vigilante de tránsito no solamente no hizo respetar mis derechos como ciudadana, sino que hizo caso omiso al solicitarle su ayuda para poder transportarme en la línea 90. Para mí es un sacrificio, día a día, el que los transportistas urbanos, interprovinciales, etc., no respeten el medio pasaje y no nos quieran llevar. Por tal motivo, le explicaba al vigilante mi situación; él no dio crédito a mis palabras y no hizo efectivo, como autoridad, mi acceso a la línea que me permite transportarme a mi trabajo. También me manifestó que yo debía, como todo mundo, ir a un paradero (inexistente en la zona).
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Yo no le pido a la sociedad una consideración extrema conmigo ni con las personas que somos seres con capacidades especiales, solo les pido respeto y un trato diferencial, pero a la medida de nuestras limitaciones. Pido que las autoridades hagan cumplir los derechos de todos, que se sancionen estos actos inhumanos, que la Comisión de Tránsito ponga un paradero en la zona y vigile que se haga uso organizado de él, ya que, al no haberlo, la gente se aglomera o corre hacia donde el conductor decida recoger a la gente, y yo no puedo correr, como la mayoría, para coger el transporte.
Es justicia y no callaré, porque si lo hago seré cómplice de estos hechos que atentan con nuestra libertar de vivir con dignidad.
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Nelly Velasco,
Guayaquil