| www.angelamarulanda.com“Qué hartera!” (expresión colombiana) parece ser el lema de muchos jóvenes hoy con el que manifiestan la inconformidad o desgano que sienten respecto a casi todo lo que tienen que hacer. Qué hartera levantarse, qué hartera acostarse, qué hartera salir, qué hartera llegar, que hartera estudiar.Parece ser una generación de adolescentes que lo que más expresan es su inconformidad desde que se levantan hasta que se acuestan.  Lo grave es que esta condición es un fenómeno más profundo que un mero estado de aburrimiento. Es una especie de abulia crónica, es como si a muchos jóvenes les diera pereza vivir, existir, ser ... No parecen tener más ilusiones que las parrandas del fin de semana, más sueños que pasarla bien y más luchas que lograr que los adultos los “dejen en paz”.  A mi juicio, se trata de algo más profundo, de una “hastío existencial”... de una vida sin sueños ni ilusiones, sin sentido... sin ton ni son... ¿Y a qué se debe esto? En mi concepto, se debe ante todo a que son una generación de hijos cuyos padres nos hemos ocupado de que lo tengan todo demasiado fácil y demasiado pronto, por lo que se quedaron sin qué ambicionar ni por qué luchar.  Pero por fortuna no todos son así porque también hay muchos jóvenes emprendedores, que tienen metas importantes y grandes ilusiones, y que trabajan duro por alcanzarlas. Para que los jóvenes abracen la vida con gusto y se comprometan con un mundo que necesita más que nunca de su entusiasmo, su energía y su fuerza transformadora, tenemos que complacerlos menos y enseñarles a esperar los momentos que la vida les va presentando para tener todo lo que quieren. Lo que más precisan en esta etapa de cambio y confusión es sentir que tienen mucho que aportar, y no lo saben porque les hemos enseñado a recibir pero no a dar. Los adolescentes son por naturaleza soñadores, altruistas y generosos.  Y lo que hará que estos atributos afloren en ellos será la gratitud que les cultivemos a base de darles poco y de mostrarles nuestro aprecio por las bendiciones que tenemos a diario. Esta visto que cuando valoran lo que reciben aflora en los jóvenes una faceta de su personalidad que ni ellos mismos conocen, la cual saldrá a la luz si cultivamos su corazón con tanto empeño como cultivamos su intelecto. Es en esta forma como podrán ver la vida como un desafío fascinante, en la que siempre hay mucho más para agradecer que lo que hay para lamentar.