La conviviente de Byron Palacios  narra como fue su vida con el policía que llegó al grado de Capitán.

Byron Palacios Merino vivía enamorado de la institución policial, de su uniforme, de su patria, de su familia y de María Mercedes Morán, a quien  conoció en las aulas cuando hacía el preuniversitario de Comunicación Social en la Universidad Estatal de Milagro (Unemi).

Fue hace tres años y medio. Morán cuenta que siempre hacían los trabajos de la universidad juntos. “Un día salíamos del Paseo Shopping Milagro luego de hacer un trabajo y me dio un besito, ahí comenzó todo”.

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Entre risas y tratando de retroceder  el tiempo, ahora ella asegura que se sentía atraída hacia él por su color de piel y estatura (medía 1,85 metros).

Hace dos años y tres meses, según recuerda, con su pareja tomaron la decisión de vivir juntos. Entre sus planes inmediatos estaba hacer un préstamo a la Policía para comprar una casa en la vía al cantón Naranjito, casarse y tener bebés.

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La mujer, de 23 años, asegura que el capitán era muy escueto en todos los temas relacionados con su trabajo policial, pero sí temía que a quien asesinaran fuera a su conviviente.

“Decía que le iban a dar donde más le dolía, yo estaba preparada para que me maten a mí, no que lo maten a él”, dice.

Pero el pasado 14 de octubre, Palacios fue a dejar a la universidad a su conviviente y una hora después, a las 19:30, ella recibió la llamada de un taxista milagreño allegado a ambos que le daba la noticia de que al capitán lo habían herido.

“No sabía qué hacer, corría de un lado para el otro hasta que una amiga me llevó al hospital (León Becerra), pero ya no lo alcancé...”, recuerda la joven.

Pese a la tristeza que esconde detrás de una esquiva sonrisa, en estos días Mercedes Morán se refugia en  un pensamiento: que el capitán está de viaje y que va a regresar,   “si él no viene, yo puedo ir en cualquier momento, y sé que voy a ir y vamos a estar juntos otra vez”.

Según la joven, Byron Palacios sabía que en cualquier momento lo iban a matar. “Me decía que me cuide y que siempre recuerde que fui su princesa”.

La mujer sostiene que en alguna oportunidad Palacios le comentó de las amenazas de muerte y de una llamada que recibió “de un chico que se hacía pasar por colombiano, pero que no lo era. Algo sabía, pero no me quiso preocupar”.

Desde el 14 de octubre, fecha en que asesinaron al Rambo criollo, Morán no ha regresado a su aula de clases, “es algo feo porque él estaba también ahí”.

Palacios estudió hasta cuarto semestre de Comunicación Social, pero su trabajo policial le impidió terminar la carrera, que paralelamente compartía, a distancia,  con la  de derecho en la Universidad de Loja.

“Todas las noches veo las fotos de Byron y  cuando empieza la melancolía mejor pienso que está de viaje y me abrazo fuerte a su almohada,  sé que él me cuida”, comenta hoy María.

En la vivienda donde reside, una foto de ella con el policía que se exhibe en un mostrador  y un álbum del oficial uniformado forman parte del recuerdo de lo que fue su vida juntos. Entre el viernes último y ayer, la  mujer asistió a  las misas  que ofreció la Policía  en la iglesia central  y  en la iglesia San Martín de Porres, en Milagro. Ayer, en Santo Domingo  el padre del oficial, Olmedo Palacios, ofreció una eucaristía por el  Rambo Criollo  en la Catedral.

Cecilia Merino
madre de Byron Palacios

“Estoy reuniendo a un grupo de personas para hacer un culto y orar por mi hijo que cumple un mes de fallecido”.