Estos locales tuvieron una asidua clientela que formaron las comunidades religiosas dueñas de iglesias y de los hogares porteños en los que eran comunes los utensilios y adornos de metal como el oro, la plata y el bronce.
A lo largo de la avenida Luis Plaza Dañín (al norte) y en otros sitios como el barrio de las Cinco Esquinas y cerca del parque Chile todavía funcionan algunos establecimientos para fabricar, pavonar, niquelar y cromar utensilios y adornos de metal como los cálices, cruces, patenas, charolas, juegos de té, esculturas, etcétera, que forman parte de templos, hogares y oficinas.
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Para un buen porcentaje de la población, esos locales pasan inadvertidos, mas para ciertas comunidades religiosas y familias deseosas de conservar su patrimonio y el legado de sus mayores resultan muy necesarios y a ellos acuden en pos de una adecuada restauración y limpieza que permita la preservación de sus objetos.
Años atrás fue común leer en los periódicos u observar en los portales de ciertas casas de nuestra ciudad aquellos carteles muy específicos: “Se dora y se platea”, “Taller de dorado y pavonado”, “Niquelado y pavonado”, “Baños de plata”, “Trabajamos plata, bronce y cobre” y “N.N. pavonador y niquelador”.
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Tales anuncios eran la referencia a la profesión o arte de pavonar, es decir, darle pavón o una capa superficial de óxido abrillantado a un objeto de hierro o acero para mejorar su aspecto y evitar su corrosión. O a la de platear o dorar, que es cubrir con un baño de plata u oro para darles la apariencia de esos metales a la superficie de algo.
En cuanto a los profesionales, obreros y talleres que se dedicaron a esta actividad hay que relatar que su existencia se remonta muchísimas décadas atrás, porque con la profusión de objetos sacros en las iglesias que solían deteriorarse por el uso y el clima surgió la necesidad de darle mantenimiento para mantenerlos es buen estado y el brillo original.
Fueron acreditados desde antes y en las primeras décadas del siglo pasado los talleres de Agustín Calero B. y Antonio Calero P., Rosalino Espín, Raimundo Gaybor, Gabriel Haz, Antonio Jaramillo, Bernardino Muñoz, José Samaniego, Prieto y Magallanes, Macario Vásquez, Santiago Valle y Manuel Vinueza, que atendieron todo lo concerniente al trabajo de las platerías y el cromado, pavonado y niquelado.
Por ello, similar a lo que hacían las comunidades religiosas cuando ordenaban la fabricación de cálices, patenas, custodias, sagrarios e imágenes con su respectivo mantenimiento o la reparación si la situación lo ameritara, las familias y profesionales encargaban sus joyas, vajillas, relojes, lámparas eléctricas, adornos y más artefactos para sus casas y oficinas de profesionales.
Términos comunes que se refieren a las máquinas y materiales que los pavonadores, plateros y doradores usan en su oficio son los baños electrolíticos y baños de cobre y níquel, el nitrato de plata, la plata pura de mil, el pulimento, abrillantamiento y recubrimiento en oro, y otros nombres que pueden resultar raros o desconocidos para muchos.
Antiguos talleres ubicados en Noguchi 503 y Manabí, Calixto Romero y P. Lavayen, Pío Montúfar 125, Ayacucho y Rumichaca, P. Ycaza y Boyacá hasta llegar a los más contemporáneos que localizamos al norte de la ciudad y en las inmediaciones de Machala y Azuay, Colón y la Séptima, etcétera, ayudan a poner en la memoria popular este emblemático oficio.
En octubre de 1932, Diario EL UNIVERSO publicó el siguiente aviso: “Doramos, plateamos, pintamos y esmaltamos cujas, lámparas eléctricas, marcos y objetos de arte. Boulevard 808”. En la actualidad no es común leer tales publicaciones, pero jefes de hogar y amas de casa tienen presente nombres como los de Jorge Espinosa y Orlando Cordero, dedicados al oficio desde hace algunos años.
Sin mayor profusión que antes, pero utilísimos en esta época en que numerosas familias compran y conservan adornos de metal en sus hogares, los talleres de pavonado, cromado y niquelado reciben la asidua visita de quienes requieren sus servicios.
Los baños y recubrimientos de oro y plata, el pulido y brillado de objetos de bronce, cobre, etcétera, la fabricación y reparación de platería (tazas, jarrones, cucharas), la restauración de los cálices, cupones y custodias no pierden vigencia en la metrópoli guayaquileña, donde los talleres y artesanos dedicados a esa rama son parte de la tradición de esta ciudad caracterizada por el amor al trabajo y a las artes.