Actualmente, Lidia Silva Balladares cuenta con 40 voluntarios con los que se reúne, en caso de emergencia, en su casa, ubicada en el centro de la población, porque hace tres años retiraron la radio de comunicación y una pancarta con el logo de la Defensa Civil de la Junta Parroquial, donde la institución funcionaba.
¿Qué la motivó a crear la Defensa Civil aquí en Taura? “Yo quería ayudar en algo, porque veía cómo este pueblo se iba a pique en los inviernos y la gente vivía por vivir”, dice esta adulta mayor, a la cual, pese a su vocación de voluntaria, no le gusta usar pantalones y por eso complementa su camiseta y gorra naranja con una falda negra y zapatos de caucho.
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Ella comenta que en la Defensa Civil de Guayaquil les proporcionaron los uniformes, pero no el calzado, y que la única radio de comunicación que tienen está dañada y por eso la envió a la DC de Guayaquil para una revisión.
En la sala de la casa de doña Lidia también hay tres vitrinas casi vacías, donde tiene unos cuantos artículos de venta y que forman parte de su pequeño bazar, que es lo que le permite subsistir y apoyar en los gastos del hogar a su esposo, Eloy Vásquez, de 87 años, un ex peluquero y sastre que ahora se dedica a elaborar artesanías.
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Doña Lidia lamenta no gozar de buena salud, ya que la operación de una hernia la mantiene adolorida e impedida de viajar hasta Guayaquil para poder retirar la radio.
La presidenta de la Defensa Civil de Taura estuvo al frente de la emergencia que ocasionó el invierno a principios de año. Ayudó en la evacuación de los damnificados y gestionó que le prestaran el colegio Falconí Villagómez para ubicar a los afectados. Ayudar al prójimo, dice, es lo que le permite apaciguar sus dolencias.