Las autoridades políticas de Nueva York dieron la voz de alarma a principios del año pasado de que la ciudad corría peligro de perder a manos de Londres su condición de centro financiero más importante del mundo. Eso fue antes de la caída de uno de los principales bancos de inversión de Wall Street, Bear Stearns, y de que una segunda entidad, Lehman Brothers, buscara protección en la ley de quiebras.