En el festival de cheerleaders que realizó ayer el Liceo Naval participaron 35 equipos.
La sincronización de los miembros del club sport Vida contagió de alegría al público asistente al festival de cheerleaders realizado ayer en el Liceo Naval Rafael Andrade Lalama.
Saltos, gimnasia, baile y música invadieron desde las 10:00 hasta las 17:00 los patios de esa unidad educativa , ubicada en la av. Pedro Menéndez Gilbert.
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En el evento, organizado por el comité de padres de familia del Liceo Naval, participaron los equipos de cheerleaders de 25 colegios y de 10 grupos dedicados a esta actividad.
Carlos Moyano, del club sport Vida, era uno de los concursantes más motivados. “El mejor premio que puedo recibir es ver las caras de satisfacción de los que observan nuestras coreografías“, dijo el joven de 17 años.
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El festival tuvo como fin recaudar 15.000 dólares para adquirir el material que el equipo de cheerleaders del Liceo Naval necesita para entrenar: vestimentas, rampas y colchonetas.
“El Liceo Naval tiene 21 disciplinas que atender y no puede abarcar a todas”, remarcó Roberto Yánez, presidente del Comité de padres de familia, quien dijo que la aceptación del público fue buena, y que hasta el mediodía de ayer había mucha expectativa de lograr el objetivo.
Esto, también por la colaboración adicional de varios padres de familia que decidieron instalar carpas para vender comidas y adornos, lo cual representó otra ayuda económica.
El festival se dividió en tres categorías: infantil (de 6 a 9 años), senior (de 12 a 17 años) y máster (de 20 a 25 años). Los equipos más destacados ganaron premios entregados por los auspiciadores del certamen.
Andrea Vera, de Dolphins, destacó la organización del evento, y expresó su deseo de que festivales de este tipo se realicen con mayor frecuencia en la ciudad, debido al gran interés que ha despertado esta actividad en los últimos años.
Yánez dijo que la realización del festival comenzó a organizarse desde que inició el periodo lectivo de clases.
Adicional a la entrada (que costaba tres dólares), los organizadores entregaban a los asistentes (la mayoría adolescentes y padres de familia) tablas de bingo cuyos premios eran electrodomésticos.