Pobladores del cantón sede de la Constituyente vieron pocos o ningún beneficio.
Todo lo que ocurre en Ciudad Alfaro es un mundo aparte para los montecristeños, la vida de la mayoría de los habitantes del cantón manabita sigue igual: no tienen agua potable, algunas calles están dañadas, el canal de desagüe lleno de basura y los mosquitos por todo lado.
Quizá la única diferencia es que en estos ocho meses han perdido la paz y la tranquilidad que disfrutaban antes de la instalación de la Asamblea. “La bulla no nos gusta, Montecristi siempre fue un sitio tranquilo, pero con las marchas y las concentraciones todos los días hay algo y ya cuando la gente se va las calles quedan llenas de basura y pinturas en las paredes. Dos veces han botado bombas lacrimógenas”, relata Ana Chávez, una joven de 18 años.
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Si bien los pobladores sienten felicidad por el reconocimiento histórico que se ha hecho a la obra del Viejo Luchador y a la ciudad que lo vio crecer; la mayoría no concibe cómo en la práctica el tener un organismo de “Plenos Poderes” a pocas cuadras de donde viven no les ayudó con sus problemas.
“Teníamos muchas expectativas con la llegada de los asambleístas. Se abrieron hoteles, restaurantes, pero varios cerraron al mes porque casi todas las personas que vinieron por ese motivo no comían ni dormían en Montecristi”, comenta María Delgado, de 86 años.
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Rossy Campusano, administradora de un hotel que se abrió días antes de que se instale la Asamblea, afirma que la inversión que se hizo con el sacrificio de su primo en el exterior (unos $ 250 mil) no ha sido devengada. “La Asamblea no cumplió con las expectativas hoteleras, pocos asambleístas vivieron en Montecristi, la mayoría se radicó en Manta o Portoviejo. En todo este tiempo solo cuatro personas alquilaron habitaciones de forma permanente”.
El cantón solo fue un “lugar de paso” para quienes trabajaron y visitaron Ciudad Alfaro, donde incluso se contrató un servicio gourmet de fuera y se contó con una minicafetería de un hotel de Manta.
“Aquí casi nunca se vio a un asambleísta almorzar o desayunar”, refiere la dueña de un restaurante. La mayoría de veces que se los vio bajar fue para recibir a los manifestantes.
Al tratar de encontrar una respuesta, comerciantes, amas de casa, dueños de restaurantes y de hoteles expresan que tal vez una de las causas por la que la gente no se quedó fue por la falta de agua potable.
En la “cuna del Viejo Luchador los pobladores hace años no saben lo que es abrir la llave del grifo y ver caer agua potable. “Yo que vivo en la ciudadela Eloy Alfaro desde que me acuerdo siempre he cogido agua de los tanqueros”, dice Patricia Palacios, de 42 años.
La venta de artesanías mejoró relativamente. Don Pablo, artesano y comerciante de sombreros, dijo que los manifestantes compraron en grandes cantidades sombreros de baja calidad, importados de Colombia, a $ 5, con una ganancia de $ 1,5. “Solo los extranjeros compran los verdaderos de paja toquilla y ellos por lo general vienen dos veces por año”.
Mercedes Barcia, guía del Museo Eloy Alfaro, considera que en el ámbito cultural las cosas sí mejoraron, cuenta que entre agosto y septiembre del año pasado “por la novedad de la Asamblea” recibió en ese lugar a más de cien personas por día, luego se mantuvo en 50 diarias, cuando antes solo llegaban 30. “Hay mucha gente que ni siquiera sabía de la existencia de Montecristi y ahora por la Asamblea ya conocen”.
Inversión
Con cerca de $ 250 mil y la ayuda de un familiar en el extranjero, Rossy Campusano abrió un hotel en Montecristi. No recuperó la inversión porque dice que la mayoría de asambleístas se radicó en Manta o Portoviejo.
Visitas
Al Museo Eloy Alfaro llegó un promedio diario de 50 visitantes, frente a los 30 que normalmente se registraban.