| lsalmon@gye.satnet.netPara entender mejor la situación es necesario darse cuenta de que ser gay  no es un tema que el hijo ha tratado ligeramente; con toda seguridad es algo que lo atormentó  mucho tiempo”. Es una noticia devastadora. Por muy maduros, inteligentes, liberales, comprensivos que sean los padres, no están preparados para el impacto emocional de esta revelación, en realidad nadie lo está.  Pero ya se atravesó la puerta, ya no hay marcha atrás: de allí en adelante tendrán que vivir con el hecho de que su hijo (a)  les ha declarado que es homosexual, y de la manera en que manejen esta realidad desde el comienzo dependerá cuán difícil será el camino a recorrer.Por ello es de vital importancia pasado el primer momento, durante el cual las reacciones pueden ser muy emocionales, recuperar el control y junto con el otro padre reconocer que están frente a un problema más grande que su capacidad para entenderlo  o aceptarlo, pero que juntos encontrarán la forma de ayudarse, y ayudar a su hijo a  acoplarse a la nueva vida. Para entender mejor la situación es necesario darse cuenta de que ser gay  no es un tema que el hijo ha tratado ligeramente; con toda seguridad es algo que lo atormentó mucho tiempo en el que trató infructuosamente de buscar explicaciones, y que su decisión de hacérselo saber a los padres se basó en la imposibilidad de vivir más tiempo escondiendo su realidad (es de tomar en cuenta que muchos suicidios en la adolescencia obedecen al temor de revelar su identidad sexual a los padres porque anticipan que no van a obtener comprensión, o que ellos nunca superarán el dolor). Otra consideración no menos importante es que no es una elección que tuvo que hacer el hijo. La homosexualidad no es, como equivocadamente se dice, una “preferencia sexual” (un heterosexual no elige ser heterosexual, lo es desde que se dio cuenta de su sexualidad), es más bien la realización de parte de una determinada persona de que su sexualidad no puede explicarse de otra forma.  Así como no puede elegirse ser diestro o zurdo, o tener ojos cafés o azules, tampoco puede escogerse la orientación sexual (¿quién elegiría ser parte de una minoría incomprendida y rechazada?) Tampoco es una enfermedad o un castigo divino, ni algo que se contagia.  En realidad todavía no se ha podido establecer con certeza cuál es el origen, ni si hay un origen único para la homosexualidad. Lo que sí se sabe es que muy  probablemente perdure toda la vida. Los padres deben dejar a un lado todo sentimiento de culpa o mutuas recriminaciones y concretarse a diseñar el camino a seguirse.  El primer gran paso hacia la aceptación de esta realidad es instruirse (existe una inmensidad de información al respecto) y conocer a fondo la psicología del homosexual.  Luego debe haber una larga conversación, de corazón a corazón, con el hijo para dejar establecida la política que regirá el comportamiento de cada uno en la familia, dejando claro lo que estará permitido y lo que quedará prohibido mientras viva en la casa familiar, igual que con los otros hijos. Lo más importante es impedir que el hijo viva una vida clandestina en el sórdido submundo de los homosexuales anónimos, que por haber sido rechazados de su entorno familiar y social se reúnen momentáneamente en ambientes de promiscuidad, expuestos a toda clase de peligros desde el chantaje hasta las enfermedades. Igual de perjudicial, además de absurdo, sería exigirle que reprima su sexualidad. No hay que olvidar que la sexualidad es un instinto, como lo es la necesidad de comer.  Ya hemos visto suficientes ejemplos de cómo una persona privada de una necesidad básica termina reaccionando de  manera contraria a la natural, llámese canibalismo o pedofilia. Ninguna confrontación, rechazo, ostracismo o expulsión de la casa  va a cambiar el rumbo que el hijo ha tomado.  Por otro lado, a nadie en la familia le va a perjudicar darle apoyo y comprensión, sobre todo sabiendo que suficientes problemas tendrá en la vida de parte de muchos extraños. Repitiendo lo expuesto al comienzo, nadie está preparado para esta revelación, y el primer impacto puede parecer el fin del mundo.  Pero, de hecho, puede ser el comienzo de otro mundo que, a diferencia del anterior, podemos diseñarlo con inteligencia, comprensión, solidaridad y amor.