Los daños causados por la tormenta tropical Alma, la primera del año, puso de manifiesto la vulnerabilidad de la infraestructura de Nicaragua y las limitaciones de las autoridades para responder a una emergencia.

Tras un día de fuertes lluvias y vientos de más de 100 kms por hora, Alma dejó al menos tres muertos, 10 desaparecidos, miles de personas evacuadas por las inundaciones, daños incalculables en viviendas y carreteras, cortes de luz y teléfono por redes caídas en los departamentos costeros de Chinandega, León, Managua, Carazo y Rivas.

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Estas regiones, que agrupan a casi el 48% de los 5,4 millones de nicaragüenses, según datos oficiales- han sido históricamente golpeadas por terribles huracanes, terremotos y maremotos debido a la posición geográfica que tiene el país entre los dos océanos.

Las mayores afectaciones ocurrieron en los departamentos de Chinandega y León, al noroeste, donde la tormenta entró el jueves con vientos "casi huracanados" poco comunes en esta época del año, derrumbando árboles desde la raíz y afectando los servicios públicos de agua, luz y comunicaciones de toda la región.

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"No fue una lluvia tan sencilla, en poco tiempo cayeron más de 100 mm de agua y eso es bastante" para regiones vulnerables como Chinandega y León, dijo el director de geofísica del Instituto Nicaragüense de Estudios Territoriales (Ineter), Wilfried Strauch.

La intensidad de la tormenta "fue casi la de un huracán (..) fue algo raro", porque este tipo de fenómenos generalmente entran por el Caribe, explicó el experto.

El reconocido científico nicaragüense Jaime Incer atribuye el fenómeno a las "perturbaciones" del cambio climático que puede causar estragos en la región de León y Chinandega.

Esta región es altamente sísmica, desforestada, y con una cordillera de ocho volcanes, de los cuales tres están activos.

En esta zona "hay tres volcanes activos: Telica, San Cristóbal y Cerro Negro, que hacen erupciones con frecuencia" y mantienen "los suelos erosionables porque están hechos de arena y ceniza volcánica reciente", afirmó Incer.

La costa noroeste del Pacífico nicaragüense también es una zona altamente sísmica e inestable, debido a la presión que ejercen las placas Cocos y Caribe que atraviesan la región, deforestada a causa de la producción algodonera el siglo pasado.

Por otro lado, posee muchos llanos en las planicies volcánicas que son muy calientes y "producen una excesiva evaporación, nubosidad y tormentas eléctricas", que la hacen proclive a inundaciones y derrumbes como los que se observaron el jueves con el paso de la tormenta Alma, dijo Incer, quien hace un año ganó el premio National Geographic.

Las condiciones geográficas de la zona, con carreteras que son desbordadas por las corrientes y con rústicas casas de madera, palma o materiales poco consistentes que la gente construye por la pobreza, hace que esta región sucumba fácilmente a la furia de la naturaleza.

Uno de los más devastadores fue el paso en octubre de 1998 del huracán Mitch por el noroeste del país, que dejó cerca de 2.000 muertos por el deslave del volcán Casitas.

La tormenta Alma puso a prueba a los cuerpos de defensa civil y las autoridades de gobierno, cuyos planes para enfrentar las emergencias chocan con la falta de medios y recursos suficientes para socorrer a tiempo a los más necesitados, a pesar de que todavía faltan 14 tormentas pronosticadas para este año, ocho de las cuales podrían convertirse en huracanes.

Las millonarias ayudas que han recibido los gobiernos de turno en Nicaragua en préstamos y donaciones para rehabilitar y reconstruir su infraestructura constantemente dañada por desastres naturales, parecen no resolver sus problemas de vulnerabilidad.