Nacimiento:  El 19 de diciembre de 1959, en Ambato. Inicios: En 1978 logró su primera gran hazaña al llegar a la cumbre del Chimborazo (6.310 m). Logros: Ha escalado el Everest (8.848 m) en dos ocasiones (1999 y 2001), el Lhotse (8.586 m) en el 2003, entre otros.

El escapulario budista aún sigue en el bolsillo izquierdo de la camisa del montañista Iván Vallejo. Y en su mochila aguardan tres rosarios, dos estampas de la Virgen de la Dolorosa, un peluche y las cartas de sus hijos.
Son sus amuletos.

En estos días, el ambateño presume de ellos en Madrid con una luminosidad en el rostro difícil de describir. Le sobran motivos. El 1 de mayo pasado culminó Desafío 14, un proyecto personal que lo convierte en el  octavo andinista del mundo en completar la ascensión de las cimas más altas, las que sobrepasan los 8.000 metros. La última fue el Dhaulagiri (8.167 m), en Nepal.

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Se enamoró de las montañas a los 7 años, al contemplar el esplendor del Tungurahua. Es España la que en la última semana se ha rendido a sus pies.

¿Se siente una leyenda tras alcanzar los 14 ‘ochomiles’ y sin oxígeno?
Eso es un intangible. Lo que más me marca es la felicidad de acabar un proyecto.

¿Qué sintió cuando llegó a la cima del Dhaulagiri,  como parte de la expedición del programa de TVE ‘Al filo de lo imposible’?
Lloré mucho. Pisé la arista de la cima, me arrodillé y empecé a ahogarme por la fuerza del llanto. Luego, me paré, levanté los brazos, giré 360 grados viendo el firmamento y le agradecí a Dios por la suerte que había tenido.

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Han sido once años en este deporte. ¿Qué ha aprendido?
Poder manejar el lado oscuro del ímpetu ha sido maravilloso. Aprendí a valorar las cosas simples de la vida. El 1 de mayo llegué a la cumbre del Dhaulagiri, pero el día anterior soportamos todos una noche de miseria.

¿Qué hace en esas noches de miseria?
Es un momento extremo y precioso porque estás en el límite. Yo respiro mucho para aguantar. Nadie se mira a la cara. En ese momento reza el que cree y el que es ateo te pide que reces por él. Yo rezo bastante para que al día siguiente mejoren las condiciones (respecto al clima).

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Si no se dan esas condiciones, ¿cómo asume la derrota?
Yo me entreno para triunfar. No me gusta la palabra derrota, prefiero hablar de algún revés. El Dhaulagiri se me resistió en dos ocasiones, pero me dije ‘de aquí bajo con la cima’.

Pero también es cuestión de suerte…
Eso es lo que más me angustia, porque es un elemento que nadie controla.

El año anterior, un alud en el Dhaulagiri sepultó a los andinistas españoles Ricardo Valencia y Santiago Sagaste, ¿usted no temía ser el próximo?
Si pienso que seré el próximo no saldría de Quito. Hay  riesgo, pero no lo tomo en cuenta. La clave es esa.

¿Cuál ha sido el momento más extremo de su carrera deportiva?
En 1988, subiendo a la cumbre del Chimborazo me caí en una grieta y quedé sepultado cuatro horas, inmóvil, casi sin poder respirar. Lo primero que pensé fue ‘que manera más pendeja de morir’. Después dije ‘aguanta, reza…’. Mis amigos me sacaron después de cuatro horas de cavar. Me salvé por los pelos. Salí muy asustado y dejé de escalar seis meses.

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Entonces, ¿por qué volvió a la montaña?
Es el escenario en el que me siento vivo. La forma en que yo he pintado mi vida es escalando montañas.

Pero habrá montañas complicadas de escalar...
El K2 es la más difícil, más empinada, más exigente, el montañista está más expuesto. En el Everest se está muy solo, pero es una bella experiencia.

¿Cómo vive usted esa soledad en la montaña?
Manejar la soledad es una buena medida para establecer lo saludable que está el ser humano. En la montaña conversas, te escuchas, te encuentras, enfrentas, además,  todos tus miedos.

En España lo reciben como un héroe, pero al llegar a Ecuador ¿no le produce frustración porque  se minimizan triunfos como el suyo?
No hay mucho conocimiento de lo que pasa en este deporte. No es como el fútbol, o una carrera de marcha con cinco cámaras delante. Espero que a mi regreso, no por mí, sino por esta actividad, el país sepa que un ecuatoriano está entre los diez montañistas del mundo que coronó catorce ‘ochomiles’. Si en las clases de geografía les dicen eso a los niños, al estudiar esas montañas, y eso los enorgullece, yo me doy por satisfecho.

Cumplido su reto, ¿qué le queda por hacer?
Estudiar psicología. Aunque mi carrera me ha servido. Me equivoqué al seguir ingeniería química. Creo que es el momento de disfrutar, volveré a los Alpes e iré a Alaska, a los Polos Norte y Sur, Bolivia, Perú, los Pirineos.

¿Esa psicología puede servir para levantar la autoestima de un pueblo poco acostumbrado a los triunfos como el ecuatoriano?
Mi ventaja es que mi discurso pasa por el hecho. Yo sí les puedo decir a mis compatriotas sí se puede.

Cada vez el andinismo gana más adeptos. ¿Hacia dónde va este deporte en Ecuador?
Es un buen síntoma el hecho de que haya personas que están detrás de mí, como Santiago Quintero. El listón hay que igualarlo o superarlo.

¿Pero cualquiera puede dedicarse a un deporte caro como este?
Cada expedición, con excepción a la del Everest, cuesta entre 15.000 y 20.000 dólares. Yo vivo de mis conferencias y con los auspicios, cuando estoy fuera me pongo un sueldo. No me he hecho millonario.

¿Lamenta haber sacrificado a su familia?
Uno se puede cuestionar eso, pero cuando mi hijo Andy, de 24 años, me envía una carta y me dice ‘estos doce años en el Himalaya quiero que sepas que yo también he fijado cuerdas, he colocado campamentos y he llorado contigo en las cumbres. Gracias, maestro de maestros’, lo menos que se me puede ocurrir es llorar de gratitud con la vida. Camila, de 14, en cambio, me mandó una carta con mariposas y duendes para que me acompañen hasta la cima. Soy consciente de que ha sido difícil estar cuatro o cinco meses en el Himalaya, pero al volver les he entregado lo mejor de mí.

Cifras

2
intentos

Iván Vallejo intentó en el 2005 y 2006 escalar sin éxito la cima del Dhaulagiri.

100
Sucres

Le costaron los primeros zapatos de montaña con los que ascendió el Illiniza.

30
Años

En 1978 se dio la primera gran conquista de Vallejo tras llegar a la cima del Chimborazo.

13
Montañas

El andinista tricolor ha escalado ese número de nevados en el mundo.

8.848
METROS DE ALTURA

Esa es la altura del Everest, la montaña más alta que escaló Vallejo.