A los 73 años, la noche del martes 6 de abril, falleció en Guayaquil el padre Hugo Vázquez Almazán, quien se identificó como sacerdote diocesano de Schoenstatt.

Fundó la comunidad Guadalupana, así como algunos grupos parroquiales, entre ellos la Legión de María en la parroquia de Nuestra Señora de la Elevación, en el barrio La Chala. También fue párroco en el sector de San Eduardo, la iglesia San Antonio María Claret de Urdesa y Nuestra Señora de Altötting y de la Unidad, en Bellavista. El sepelio aún está por confirmarse.

Cuando Walter Montaño, de 48 años, se enteró ayer que el padre Hugo Vázquez Almazán falleció la noche  del martes pasado de un paro cardiaco, se sentó en la vereda de la calle Domingo Savio entre la 14 y la 15, en el suburbio, y una lágrima al instante rodó por sus mejillas.

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En ese sector, conocido como Barrio Lindo, Vázquez levantó la pequeña capilla conocida como la Virgen del Pan, donde el sacerdote con cada sermón que pronunció hace 25 años penetró en el corazón de esa feligresía. “Huguito cambió nuestras vidas”, manifestó entre lágrimas Montaño.

Barrio Lindo, La Chala, Urdesa y Bellavista, son solo algunos sectores de la ciudad que lamentan la pérdida de este sacerdote que cumplió los 73 años el pasado 29 de abril.

Guayaquileño de ‘cepa’, como él mismo se identificaba, el padre Hugo nació en 1936 y terminó su seminario en Santiago de Chile; laboró con sacerdotes diocesanos y se educó en el Instituto Diocesano de Schoenstatt hasta que  pasó a un instituto secular.

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Sus 40 años de vida sacerdotal los repartió entre la provincia de Bolívar, junto con monseñor Cándido Rada y fue párroco en iglesias locales como Nuestra Señora de la Elevación (en el barrio La Chala).

Justamente en esa parroquia lo conoció  Fabián Villavicencio, quien hizo la primera comunión con el sacerdote. “Era muy estricto. Nos tomaba exámenes para ver si estábamos bien formados. Pero al mismo tiempo el padre tenía un gran corazón”, afirmó.

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Una de sus características justamente en este barrio fue dictar clases de catecismo a los niños con la ayuda de su títere Chapulete, quien lo acompañó durante muchos años y cada vez que gestaba en su mente algunas de sus 90 obras literarias, la mayoría de ellas dedicadas a

Guayaquil.
Su labor pastoral también la desarrolló en los templos de San Antonio María Claret, Urdesa; Nuestra Señora de la Divina Providencia, en el barrio San Eduardo, un sector donde el padre Hugo levantó lo que hoy es la parroquia Nuestra Señora de la Divina Providencia.

Sus últimos 19 años como sacerdote los desempeñó en Nuestra Señora de Altötting y de la Unidad (ciudadela Bellavista), donde permaneció 19 años y fue una de sus últimas parroquias antes de su retiro el año pasado.

Fue catedrático de la Universidad Católica, donde justamente empezó a sentirse mal de salud el pasado lunes, según comentan sus familiares. Allí dictó charlas y conferencias para grupos de oración, jóvenes y matrimonios.

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Fue un reconocido autor de ensayos biográficos de personajes religiosos, poemas y temas de tradiciones guayaquileñas. En enero pasado presentó la obra  Cuarenta girasoles y una alondra para una misa,  que resume su vida sacerdotal.

Serio cuando la ocasión lo requería, pero extrovertido en los momentos de esparcimiento el padre Hugo solía entonar los pasillos que él mismo compuso y que evocaban a Guayaquil. También dejó como recuerdo muchos villancicos, que grabaron grupos musicales en discos de 33 rpm y compactos.

TEXTUALES: Impresiones

Freddy Barzallo
Sacerdote

“Fue un hombre exigente, enérgico, frontal, de mucha oración. Con él hice la primera comunión”.

María Tama
Feligresa de Barrio Lindo

“Fue nuestro formador, siempre nos visitó el Día de la Madre y en Navidad, aunque ya no era de esa parroquia”.