Llegamos a la audición a la hora exacta, seguimos todos los procedimientos, y la maestra con años de experiencia de un centro de ballet nos dijo finalmente a mi hija y a mí: “A pesar de ser una niña muy flexible, tiene las piernas muy unidas y necesita bajar de peso”. La discriminación se hace presente en instituciones educativas. No se trataba de incapacidad, era por “exceso de peso”. Lo aceptamos, mi niña está pasadita, pesa 27 kilos; a su edad debería pesar 24.
Conocimos también a otra aspirante a balletista de su misma edad con 24 kilos. Tampoco fue aceptada por sobrepeso, según me indicó su mamá. Cuando las niñas se encuentran en proceso de crecimiento, no se puede definir si su estructura física seguirá igual o se modificará, y esto no debe ser motivo para no permitirles ingresar a una academia de danza. Mi hija participó dos años consecutivos en los cursos vacacionales que desarrolla esa entidad que es fiscal, pero esos programas de invierno sí son pagados. Decidí no ir en contra de los reglamentos de esa organización, pero lo que sí reclamo es que maestras expongan su veredicto frente a las niñas.
Al llegar a casa mi hija me dijo: “Mami, no me aceptaron porque soy gordita. Ya no voy a comer”. ¡Cómo es posible que por escuchar algo así de una maestra, una niña de 7 años decida sacrificar su alimentación para ser aceptada!, ¿qué pasará cuando tenga 12, 13 años y a su sueño se sumen la moda, la importancia de la imagen y todo lo que le ofrece el mundo de la publicidad, la televisión y más medios de comunicación? Problemas relacionados con desórdenes alimenticios como la anorexia y la bulimia se han incrementado. ¿Será que caminamos hacia una cultura donde la imagen física es la esencia?
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En conversaciones, mi niña me había dicho: “Mamá, mi profesora nos dice cosas feas”. Error, no le di verdadera importancia, pero entiendo ahora. Si a la directora de la institución no le importó la presencia de la niña para emitir su “criterio”, no me extraña que las maestras se manejen de forma similar.
A pesar de todo, mi hija, a quien admiro por su pequeña, gran personalidad, me dijo: “No importa, mami, quiero seguir estudiando ballet en otro lado y ser una gran bailarina”.
Mara Alvarado Nolivos,
Guayaquil