Cada día es más frecuente enterarnos de que personas conocidas han sido asaltadas.

Lo peor es que la mayoría de esos ataques de los delincuentes dejan pérdidas que lamentar, ya que no solo buscan llevarse dinero, objetos, sino herir, matar sin importarles si sus víctimas son ancianos, embarazadas, niños, padres.

Los secuestros y robos de carros son frecuentes, antes causaban asombro, ahora parecerían cuento viejo. Ya no se puede continuar así. Nuestros amigos que migraron al exterior se aterran con solo pensar en volver y ser asaltados. Ya no se puede trabajar ni vivir en paz. Solo hay que encomendarse a Dios.

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Ana Rosa de Ladines,
Guayaquil