Por ese motivo se hace urgente actualizar los mapas de riesgo del país, adaptándolos a las nuevas circunstancias. No esperemos nuevos deslizamientos, derrumbes, desbordes de ríos o fracturas de tierra con los brazos cruzados. Que las universidades, el Estado y la empresa privada aunen esfuerzos para saber por dónde podrían venir los nuevos zarpazos del calentamiento global del planeta.

Prevenir, ya se lo ha dicho, es mejor que lamentar.