No puedo ser más cómplice silencioso del maltrato que sufrimos los usuarios del transporte urbano diariamente. Cuando se usaban los torniquetes, los choferes exigían con mal trato a los usuarios que pasen rápido por ese aparato. A los ancianos, estudiantes y minusválidos, de igual manera, si es que se atrevían a tomarlos como pasajeros; lo común era no pararles porque pagaban medio pasaje.

A los estudiantes los forzaban a pasar de dos en dos, o por arriba, o por abajo, o de medio lado  del torniquete. El argumento  de los choferes era que al liquidárseles al final del día o turno, los dueños de buses les cobraban a ellos el pasaje completo.

En un mundo modernizado les exigieron cambiar el torniquete para supuestamente mejorar el servicio con el uso de sensores de todo tamaño. Pero hoy es igual, como si existiera torniquete: obligan a pasar de dos en dos, por arriba, o agachados, o por un lado (burlando el aparato). Si usted lleva un paraguas en la mano, o un bolso, mochila, cartera grande, peor, si lleva fundas con compras, le piden que las alce o apegue a su cuerpo, sin importar el esfuerzo que hay que realizar para satisfacer a estos malos servidores públicos, pues pobre de usted si por accidente el roce de esos objetos llegan a marcar como si fuese otro pasaje.

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Me ha tocado ver y reclamar por otros, a choferes, este abuso: el cobro doble de pasaje; los gritos; incluso por tratar mal a uno de mis hijos. Muchas veces uno puede salir mal en una confrontación de estas.
La gente se pregunta, ¿habrá alguien que atienda estas quejas?, ¿habrá alguien que haga respetar los derechos de los usuarios del transporte?, ¿alguna autoridad? A esto se sigue sumando: el volumen alto de la radio en los colectivos, busetas, buses; el recibir y dejar pasajeros en cualquier lugar que no sea una parada; el embarcar exceso de pasajeros. Todo ante los ojos del personal de la Comisión de Tránsito. ¿Algún día parará esto? Las autoridades deberían exigir, haciendo cumplir un reglamento en cada cooperativa de transporte público, que se haga una selección de sus choferes mediante empresas especializadas en recursos humanos. Y mientras sirvan, hacerles participar frecuentemente de cursos de servicio al cliente, conciencia social y valores.

No necesitaríamos de torniquetes, ni sensores, ni ninguna medida de control, pues estaríamos seguros que al volante y al servicio de la comunidad habría personal calificado y, sobre todo, profesionales íntegros. ¿No sería mejor que fuesen choferes honestos, en lugar de que hagan pasar de agache por allí para que no marque el sensor? Los usuarios necesitamos transportarnos en paz, cómodos, agradecidos por el servicio que recibimos.

Bolívar Guevara,
Guayaquil

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