Pensé primero que se lo habían robado. Nadie vio nada. Después me acordé del cuento de las grúas. Efectivamente, tuve que ir al canchón de la avenida Juan Tanca Marengo y constatar que allí estaba, pero no lo pude sacar porque trabajan solo hasta las cinco de la tarde. Resulta que me había parqueado en un último pedazo de una franja de paradero de buses, la cual ni se ve porque queda poca pintura. No hay un solo bus que se meta al paradero para recoger pasajeros (para constatarlo, basta ir y  pararse en uno de estos espacios de calle).

 Al día siguiente analicé las grúas que trabajan en esa zona. Hay bastantes de pacotilla, una más vieja que la otra. Luego sigue la odisea de sacar el carro. Me llevó mi esposa en su coche, pero no dejan ingresar vehículos, solo peatones, y uno solo. Algo de Ripley es que el mismo guardia le advierte a uno que tenga precaución dejando parqueado el carro, porque “roban durísimo en los exteriores”.

Si los paraderos son ignorados por los choferes de los buses, ¿para qué los tienen, siendo esa calle de zona comercial que necesita muchos parqueos? ¿Por qué la Comisión de Tránsito del Guayas (CTG) no destina el dinero que les paga a las grúas para poner más vigilantes en las esquinas, a fin de que los buses entren a las paradas o destinarlos para que haya mejor señalización y mantenimiento de estas? ¿Por qué las grúas atrapan carros pasadas las cinco de la tarde cuando el canchón para vehículos detenidos por la CTG cierra a las cinco en punto de la tarde? ¿No será buen negocio comprar una grúa para ponerla a disposición de la Comisión de Tránsito del Guayas?
Y, finalmente, ¿por qué no dan mejor atención a los usuarios y la Comisión paga a un guardián para que cuide los vehículos en las afueras de su canchón?

Publicidad

Pablo E. Ramírez Sánchez,
Guayaquil