Fundación Natura elabora un plan de manejo ambiental ante los daños por invasiones.
Quien observa a simple vista el bosque protector Cerro Colorado, denominado así por el terreno arcilloso de tono rojizo que caracteriza al área de 325,43 hectáreas, puede pensar que solo se trata de un conglomerado de matorrales, suelo árido.
Un lugar sin valor.
Pero la riqueza del ecosistema que encierra el lugar, ubicado a un costado de la autopista Terminal Terrestre-Pascuales, es conocida por pocos, indica Sonia Carabajo, bióloga de Fundación Natura.
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Lo dice por los constantes asentamientos informales o invasiones que traen como consecuencia la quema, tala y destrucción de la vegetación del cerro que es considerado bosque y vegetación protectores mediante acuerdo ministerial en el 2005.
También, porque la misma comunidad que rodea la reserva a veces ocasiona daños.
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“Solo un sondeo efectuado entre los habitantes que viven en las cuatro ciudadelas que rodean el cerro: del Maestro, Valle de los Geranios, Bella Unión y Metrópolis, revela que el 40% ignora lo que es el Cerro Colorado”, manifiesta la especialista ambiental.
Este estudio es parte de un diagnóstico que realiza Fundación Natura en el bosque seco, para elaborar un plan de manejo ambiental para el Municipio de Guayaquil.
Carabajo quien es la directora del programa, cuya entrega está prevista para fin de mes, señala que en él se recoge información biológica y social del sitio, es decir, el estado del suelo, la fauna y flora, así como también datos de la gente que vive cerca del cerro.
En la propuesta preliminar se muestra que en el bosque secundario (que tiene menos diversidad de plantas y animales) el 45% del área está afectado. Sin embargo, presenta altas posibilidades de recuperarse, indica Jaime Camacho, coordinador de planificación del plan de manejo ambiental.
Aunque especificó que los programas de reforestación en Cerro Colorado han sido de mucha ayuda, cada árbol toma un promedio de 8 a 20 años en crecer y recuperar su tamaño real.
Ello además del ecosistema (árbol, suelo, microorganismos, fauna y demás vegetación) que tardaría hasta 50 años en restaurarse.
“Cerro Colorado está rodeado de urbanizaciones, por ello los animales que allí habitan no cuentan con un corredor como un parque u otra área verde para trasladarse. Llueve poco en el lugar y también hay cinco especies de animales con amenaza de extinción. Hay que tomar medidas para su preservación ahora”, expresa Camacho.
Aunque no hay datos precisos sobre el número de invasiones registradas en Cerro Colorado, por cada intento de asentamiento se degrada un promedio de 2 a 3 hectáreas del área, refieren datos de la Dirección de Medio Ambiente del Municipio de la ciudad.
Pero, a pesar de todos los problemas Fundación Natura procura estar pendiente de la conservación del bosque, manifiesta María Laura Roche, directora regional de la institución. “Cada quince días estamos corriendo porque recibimos llamadas de personas que denuncian invasiones en el cerro”.
Cerro Colorado fue administrado por el Ministerio de Ambiente hasta el 2004. En ese año el Cabildo guayaquileño asumió su manejo.
El bosque protector forma parte de las siete reservas ecológicas con las que cuenta la ciudad de Guayaquil.
Entre las áreas verdes mencionadas consta Bosque Protector Kennedy, Prosperina, Reserva Faunística Manglares del Salado, Manglares de Churute, Parque Lago y Bosque Protector Cerro Blanco.
De estos, todos son regentados por el Municipio, menos Parque Lago y Cerro Blanco, que son administrados por la Comisión de Estudio para la Cuenca del Río Guayas (Cedegé), que es del Gobierno, y la empresa de capital privado Holcim, respectivamente.
A pesar de que los bosques protectores no están contemplados en el listado de las reservas ecológicas del Sistema Nacional de Áreas Protegidas del Ministerio de Ambiente, cuentan con regulaciones y otras leyes jurídicas que impiden su degradación y posteriormente su destrucción.