Las familias afectadas esperan los resultados de los exámenes realizados en Canadá.
En noviembre del 2005, Eliana Valencia, una mujer adinerada que vive en el sector de Santa Rosa, en Tumbaco, decidió viajar a Venezuela en busca de un diagnóstico definitivo frente a los continuos vómitos y diarreas que presentaba hacía un par de años Juan Felipe, su hijo de 8 años.
Después de varios chequeos, los médicos venezolanos le recomendaron practicarle un examen de metales pesados en Estados Unidos con una muestra de cabello.
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Esta prueba efectuada en el Laboratorio Great Planes, a un costo de $ 150, arrojó que el niño tenía un nivel de arsénico en su cuerpo de 0,38 microgramos por gramo de cabello, es decir, 30 veces por encima del margen considerado como no riesgoso para la salud por este centro (0,08 microgramo/g).
El caso de Juan Felipe Ayala se mantuvo en reserva hasta septiembre del 2006 cuando, por una sentencia judicial, saltó a la luz pública que la Empresa de Agua Potable y Alcantarillado de Quito (Emaap-Q) estaba suministrando agua con contenidos de arsénico por encima de las normas permitidas en el país en Tumbaco y Guayllabamba (con índices menores).
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La presencia de arsénico en algunos pozos subterráneos de estas dos poblaciones era conocida por altos funcionarios de la Emaap-Q desde el 2004, pero el tema se había manejado puertas adentro hasta que una sentencia del Juez III de lo Civil de Pichincha, el 18 de septiembre del 2006, instó a la empresa a suspender la comercialización del líquido contaminado y a informar a los pobladores que el agua no era potable.
La sentencia, que fue confirmada en marzo de este año por el Tribunal Constitucional, aceptaba la demanda de amparo constitucional presentada por Katherine Endara y Carlos Landín, ex empleados del departamento de Gestión Ambiental de la Emaap-Q, que habían estado a cargo de los monitoreos de la calidad del agua y habían alertado a sus superiores de la presencia de arsénico dos años atrás. En junio del 2006, ambos trabajadores fueron expulsados de la empresa.
Al enterarse de la noticia, Eliana Valencia sospechó que los niveles de arsénico que aparecían en los exámenes de su hijo podían estar relacionados con el agua que bebía. En noviembre del 2006, la Emaap-Q informó por primera vez a los habitantes de Tumbaco (aproximadamente 40.000), a través de una circular, que el agua que distribuía en la zona no era apta para el consumo humano y suspendió el cobro del servicio.
Noventa pobladores de Tumbaco deciden entonces tomarse muestras de cabello y enviarlas al Laboratorio Doctor’s Data, de Estados Unidos, en abril pasado. Sin embargo, de esta prueba solo pudieron participar los que estaban dispuestos a pagar los $ 50 que costaba el examen.
Esta primera prueba arrojó que el 40% de los evaluados presentaba una exposición al arsénico de 2,7 veces superior al límite de tolerancia. Un resultado similar al de los exámenes enviados a un laboratorio de toxicología de Quebec (Canadá) por la Corporación Metropolitana de Salud.
Según parte de los resultados de las 1.549 pruebas, cuyos resultados han llegado al país hasta el momento (faltan aún 900), el 32% de la población evaluada presenta niveles de arsénico por encima del parámetro del laboratorio, que en este caso es de 0,20.
Sin embargo, el 5 de noviembre, fecha en la que el Ministerio de Salud comenzó a entregar los resultados, los pobladores de Tumbaco se llevaron una nueva sorpresa: en la hoja escueta que les entregaron sin ninguna explicación ni firma de responsabilidad en el Subcentro de Salud Nº 14, aparecía como nuevo parámetro de referencia para determinar exposición al arsénico el de un microgramo por gramo de cabello.
Según esta nueva norma, 32 de las personas evaluadas tendrían algún grado de intoxicación. Es el caso de César Salazar Armas, ex sargento del Ejército de 58 años, quien presenta un nivel de arsénico de 4,7 microgramos por gramo de cabello (el más alto registrado hasta ahora), y su esposa, Laura Landeta de 57, quien presenta 1,30 microgramo/g.
En su casa rodeada por árboles de babaco y aguacate y un pequeño cultivo de maíz, en el sector de Santa Rosa (al igual que la de Eliana), César y su esposa explican que se hicieron las pruebas por coincidencia cuando pasaban por el parque de Tumbaco y al ver mucha gente fueron a curiosear. “No volvimos a tener ninguna información hasta el 8 de noviembre que nos llamaron para entregarnos los exámenes”.
“Los efectos más fuertes que he tenido son dolores insoportable en los dedos de los pies que pensé que era gota, también un cansancio muy fuerte y el colon irritable”, explica César y admite que tomaba hasta cuatro litros de agua al día.