Aunque la guayabera proviene del Caribe, es muy popular en Ecuador, especialmente en Guayaquil, donde la familia Orellana las confecciona y pone su etiqueta.
Siete años atrás decidieron grabar su apellido en las guayaberas que confeccionan desde 1977. Fue cuando lanzaron al tacho esas etiquetas de marcas extranjeras que antes colocaban en sus camisas y desde entonces sus guayaberas orgullosamente proclaman: “0rellana, hecha en Ecuador”.
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La historia de esta prenda es de vieja data. Hay quienes aseguran que la guayabera nació en Cuba a principios de 1800, pero México y otros países caribeños también se adjudican su paternidad. Su nombre se relaciona con la costumbre de antiguos campesinos cubanos de guardar guayabas en los cuatro bolsillos de sus camisas.
En Ecuador, el tradicionalista Hugo Delgado Cepeda opina que la guayabera por su talla holgada, su aireación, sus cuatro bolsillos –que no posee la camisa–, y el hecho de librarnos de vestir saco y corbata en este clima caluroso, hizo que un gran número de guayaquileños la adoptaran como propia.
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Pero la historia de las guayaberas confeccionadas por los Orellana comenzó en 1960 cuando Rómulo Orellana Pizarro –nacido en Cuenca en 1946– arribó a Guayaquil, donde estudió para sastre y trabajó en diversos talleres hasta 1972 que instaló Confecciones Orellana, en Lorenzo de Garaycoa y Febres Cordero, donde atiende a su fiel clientela.
Su equipo lo integran Irene Flores, su esposa, y sus hijos, Freddy y Juan Carlos Orellana Flores, a más de un puñado de operarios.
Actualmente, las guayaberas significan el 70% de la producción de los Orellana, el resto lo conforman camisas, cotonas, blazer, ternos y pantalones. Pero comenzó confeccionando camisas y vendiendo guayaberas panameñas a 3 y 4 sucres. “Eran tan populares que un día me dije: tengo que hacer mi propia guayabera, con mi apellido y el de mi familia, así vamos a salir adelante”, recuerda Rómulo Orellana. A propia cuenta y riesgo aprendió a confeccionar esa prenda cuya ejecución es tres veces más laboriosa que una camisa.
En 1977 su local exhibía maniquíes con guayaberas blancas, cremas y celestes. Había nacido la guayabera Orellana.
Entonces empezaron a confeccionarla al gusto y medida del cliente, aconsejándoles el color y tipo de tela, aunque los entendidos prefieren el lino irlandés.
“Podríamos decir que una guayabera es un terno tropical”, opina Orellana Pizarro, mostrando una infinidad de guayaberas clásicas y actuales. Porque aunque se mantiene su esencia, la prenda se ha remozado. “Lo interesante con la guayabera –asevera Juan Carlos Orellana, guayaquileño de 28 años– es que pasó de ser considerada una prenda para viejos a ser una camisa de estilo”.
Comenta que actualmente los jóvenes, a más de la tradicional guayabera blanca, crema y celeste, prefieren otros colores –negro, azul– y tela a rayas o cuadros. También se ha implementado la doble costura, el doble puño con mancuernas. Algunos personalizan la guayabera haciendo bordar su logotipo –iniciales del cliente– en el bolsillo o puño izquierdo.
Ya no es una prenda exclusivamente masculina. Estiman que 3 de 10 clientas encargan guayaberas que doña Irene Flores de Orellana confecciona personalmente.
Los Orellana, como todos nuestros artesanos, han batallado con la ropa barata de las Bahías, pulgueros y actualmente la china. Pero también ciertos clientes cuando comenzaron a confeccionar sus guayaberas, los obligaron a reemplazar su etiqueta por cualquier otra marca extranjera.
Otros, en cambio, en vista de la calidad de la prenda, los emplazaron a retomar su identidad.
Recuerdan que Ramón Sonnenholzner, de radio Tropicana, les dijo: “Yo no me visto con ningún Christian Dior ni Oscar de la Renta, yo me visto con ustedes, la próxima vez que venga a comprar una guayabera pónganle la etiqueta Orellana”.
Eso los motivó. Y desde hace siete años, Orellana volvió a ser la marca de la guayabera en Guayaquil.