Hechos que ocurren y son noticias deben servirnos, más que como lectura informativa, para reflexionar nuestras vidas. Unos ejemplos recientes:
La “pasión” por un “ídolo” (fútbol) del cual se espera que lo haga divertir ganando su equipo un partido, y en un falso “amor” (fanatismo) se procede irrazonablemente, como es lanzar petardos a la gente y matar a un niño en el estadio; o llegar hasta el último poblado sorteando polvo, dolores, para “adorar” y dejar limosnas a una avivata llamada “santa” de quien se busca “milagros”, y en nombre de esa “fe” por recobrar la salud, lo que se encuentra es la muerte en medio de un avalancha humana; o salir a las puertas, balcones, ventanas y calles para aplaudir al político en campaña que pasa de casa en casa diciendo que “salvará a la patria”, y expresarle plena “confianza” hasta darle el voto; más luego, en el poder, lo que da es desunión, destrucción a su pueblo.
¿A eso estamos llegando los seres humanos?, ¿a creer en ese tipo de ídolos para depositar nuestra fe, esperanza, confianza, amor; cegándonos al punto de cometer barbaridades en defensa ardiente de ellos, lo cual finalmente nos destruye? ¿A tanto llega un presunto “amor”, “devoción”, “confianza” de una hinchada, fanaticada, o seguidores de algo o de algún mortal, y que aparentemente nos dará felicidad? Reflexionemos sobre ese peligroso tipo de apego, o fanatismo, que no respeta la vida nuestra ni la de los demás, porque ahí no está la presencia ni el amor de Dios.
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María I. de Castro,
Guayaquil