Hay un incremento del ruido en la ciudad de Guayaquil que está llegando a extremos peligrosos para la salud.
Cientos de ciudadanos se quejan de problemas auditivos provocados por el exagerado ruido de automotores, equipos de sonido, aviones... La CTG debe iniciar una campaña contra el ruido, exigir a los propietarios del transporte de pasajeros (buses, busetas, colectivos) que reinstalen los silenciadores en el tubo de escape y así suprimir el ruido y la expulsión de hollín que tanto contamina el ambiente y afecta a las vías respiratorias; que limpien o cambien los tambores de freno, que al frenar provocan chirridos ensordecedores y expelen gases venenosos del material de fricción (asbesto), retiren los pitos con sonidos estridentes y que los prohíban.
También las autoridades de la urbe deben prohibir el uso de equipos de sonido en altos decibeles por parte de almacenes, vendedores ambulantes, para promocionar sus productos, o en fiestas callejeras.
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Por su parte, las autoridades aeronáuticas deben impedir que aviones ruidosos sobrevuelen el espacio aéreo de la ciudad.
Héctor García Rivera,
Guayaquil
El ruido es otro problema que nos mueve a escribir cartas tras cartas, pero no pasa nada para frenarlo porque en nuestra Guayaquil de nadie no hay quién la defienda ni proteja sus oídos, para no contaminarla de esta forma muy dañina.
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Cualquier restaurante, almacén, vendedor ambulante, negocio de lo que sea, discoteca, bar, colegio, vecino de barrio, futbolista callejero, transportista público, conductor de carro, sujeto que se estaciona en la calle con las puertas abiertas de su automotor, ebrio o sobrio, candidato político...; pone cuando le da la gana, a la hora que sea y hasta el día que sea, música a todo volumen insoportable; toca pitos o sirenas, grita sin parar, hace escándalos, da balazos, promociona alguna venta a todo pulmón, enciende potentes motores, matracas, etcétera; porque sabe que en Guayaquil, mi pobre ciudad de nadie, todo está permitido, como el ruido ensordecedor.
Gonzalo Guzmán,
Guayaquil