En la ciudad circulan historias increíbles, y pese a ello son dadas por ciertas. Narran situaciones de miedo que en una noche de apagón y tormenta no dejaron dormir en paz a varias familias de ecuatorianos.
Hay leyendas que asustan. Historias fantásticas como El ataúd ambulante, Las procesiones de las ánimas, La dama tapada fueron llevadas de la oralidad a los libros por los cronistas J. Pino Roca y Modesto Chávez Franco.
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En Leyendas ecuatorianas, Hernán Rodríguez Castelo expresa: “Producto maravilloso que se ha ido perdiendo conforme la tertulia y el arte de conversar han languidecido hasta el punto de agonía, es la leyenda”, sin embargo, esas historias ahora son llamadas leyendas urbanas, se originan de diversas maneras y son transmitidas de forma oral, a través de medios de comunicación, internet, telefonía móvil u otros soportes modernos.
En Guayaquil las leyendas urbanas giran alrededor del cementerio, lo que se ha dado desde su creación. Por ejemplo, la de un ex presidente guayaquileño, que se puede leer en la web de La Casa de Kruela (www.kruela.ciberanika.com/)
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Cuenta que aquel caballero de fortuna y sapiencia hizo un pacto con el diablo.
A su muerte, el demonio vendría por él. Pero el ex mandatario se burla del demonio al hacerse enterrar en una tumba hermética de cobre.
Algunos noctámbulos afirman haberlo visto de traje de gala y sombrero de copa después de las 23:00 paseando junto al portón Nº 3 del cementerio.
Hay taxistas nocturnos –llamados ‘lechuceros’– que cuentan que cierta noche por el antiguo anfiteatro Julián Coronel tomaron de pasajera a una mujer. A los pocos segundos, cuando el carro rodaba frente al cementerio, descubrieron que ella había desaparecido del asiento trasero.
Otro lechucero afirma haber sido abordado por una hermosa pasajera al inicio del cementerio, quien pedía ser trasladada a una ciudadela del norte. Al llegar, le solicitó que la esperara mientras iba a su casa a buscar el dinero para cancelar la carrera. Caminó por una calle peatonal y entró a una villa. Después de algunos minutos, el taxista fue a buscarla, llamó a la puerta, salió un señor al que le contó lo sucedido. Este le mostró una foto de la pasajera y le confesó que era su hija que murió años atrás en un accidente de tránsito.
Otras creencias
Si las leyendas clásicas daban miedo, ahora –en estos tiempos de inseguridad– causan paranoia. Circulan numerosas y curiosas historias que muchos dieron por ciertas y por eso dejaron de beber cierta gaseosa después de escuchar que ese líquido era capaz de quitarle el sarro a los inodoros. Otros, durante el descubrimiento del sida, no acudían al cine por temor a sentarse en una butaca y pincharse con una jeringa infectada con el virus. Fanáticos de la comida chatarra dejaron de consumir hamburguesas porque dizque era preparada con carne de unos engendros de laboratorio.
Hace pocos años las siluetas de unos cerdos aparecieron pintadas en algunas paredes de Samborondón y un correo electrónico les dio un significado amenazante, lo que provocó una histeria colectiva. Luego se supo que era una propuesta artística de un joven pintor.