Los óleos de los mandatarios que han gobernado nuestro Ecuador a través de su historia, después de su mandato por tradición y costumbre pasan a ser expuestos en la galería del Salón de los Presidentes.
Sin embargo, ese honor debió siempre ser selectivo y ganarse esa perpetuidad.
En el caso de Fabián Alarcón, su elección fue el resultado de una débil componenda en la que no se respetó la sucesión constitucional y legal.
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Pero, el presidente interino, audaz e inteligente, aprovechando el rechazo ciudadano a los abusos del presidente defenestrado, pidió al pueblo, en consulta popular, el apoyo a su nombramiento; y en mayo de 1997 la ciudadanía lo respaldó con más del 73% de votos y lo constitucionalizó.
Es historia también que su gestión se la calificó de deficiente, incompetente.
Pero si lo piensan deshonrar deslizando su retrato de ese salón de honor, habrá que hacer lo mismo y con mayor diligencia, el retiro de los retratos de por lo menos cinco de los últimos mandatarios contemporáneos, que se descalificaron ellos mismos, por idénticos y aún más graves actos de ingobernabilidad, enriquecimiento ilícito (que hoy hacen gala), e incapacidad.
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Carlos Raúl Saavedra Idrovo
ingeniero, Guayaquil