Cuento de nuestra tierra; el cuento que no tiene fin; el cuento que nunca se termina de contar, y que es aplicable a nuestro convivir político, como es el caso de las constituciones que hemos tenido y adolecen todas del mismo defecto.

Esto es, no establecer que quienes incumplan los mandatos constitucionales deben ser destituidos del cargo que ocupan y declarados inhábiles para ocupar un puesto público por un lapso de quince años como mínimo.

Decía mi compadre: “como el cuento, la Constitución seguirá con el mismo defecto, caso contrario se iría medio sector público a su casa y nos libraríamos de tanto incompetente”.

Publicidad

Y a continuación me hizo la contabilidad siguiente: si aquellos jueces que ordenan indemnizaciones, no inician automáticamente el auto cabeza de proceso para establecer el derecho de repetición contra funcionarios o autoridades, quienes ocasionaron el pago de las indemnizaciones; dichos jueces habrían incumplido con los mandatos de los artículos 20 y 22 de la Constitución Política, por lo que tendrían que irse a sus casas.

El no cumplir con lo que ordena el artículo 233, que dispone a los prefectos construir obras exclusivamente en las zonas rurales, se irían un poco de prefectos a sus casas.

O el incumplimiento de la Función Judicial en la instauración de la oralidad en los juicios, como lo establece la disposición general vigésimo séptima de la Carta Magna, e igualmente de la vigésimo octava sancionando a los jueces que no cumplen, se irían un poco de ministros de las cortes a sus casas.

Publicidad

Y los del Ministerio Público que omiten cumplir el tercer párrafo del artículo 219 sobre el funcionamiento del régimen penitenciario, se irían algunas autoridades políticas a sus casas.

 O los miembros del directorio del IESS que incumplen el último párrafo del artículo 59 de la actual Constitución sobre pensiones jubilares, se iría el directorio a su casa...”

Publicidad

Y así, de acuerdo a la calidad de asambleístas que tengamos dentro de poco, veremos si se termina o continúa el cuento del gallo pelón.

Salvador C. Loffredo Autheman
ingeniero, Guayaquil