Llega un punto que ante tanta aberración que sucede en el país, uno se limita a ejecutar sus actividades diarias “sin tratar de pensar” la condición de perjuicio que ciertos actos políticos pueden causarnos.
En el ámbito privado, deben rendirse resultados positivos en el trabajo. Brindar diariamente lo mejor de uno, actuar basados en fuertes principios de honestidad y solidaridad (aquellos con los cuales se nos ha criado y formado), que reconozcamos que el barco debe dirigirse a un norte y todos aportemos en su contingente para tal fin.
En el ámbito público parecería no existir norte ni principios, salvándose a aquellas personas de probidad que forman parte de las instituciones del Estado. Basta leer las notas de prensa o ver los noticieros televisivos, para que los ciudadanos puedan entender que existe caos, confrontación e intereses individuales creados.
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Más allá de una distinción doctrinal entre lo público y lo privado, las dos deben estar dirigidas a un mismo bien común donde los principios de la ética y la moral deben reinar. Nuestros gobernantes no pueden estar ajenos a tales principios, ya que todos estamos subidos en la gran nave llamada país, pero no en el país del “yo”, sino en el de “todos”. Recordemos que los actos negativos nos afectan a todos.
Como ciudadano estoy seguro de aportar diariamente desde el ámbito privado, con lo que el país requiere de mí, y como yo habrá muchos que así lo hacen, por lo que no podemos quedarnos pasivos ante malas conductas provenientes de quienes gobiernan. Por tal motivo, y pensando en función de país, reclamo –ya que en democracia así corresponde– ante lo que nos daña, por actitudes irresponsables y que sobraría mencionarlas, pues todos las conocemos. Comparto una frase de Paul Hewitt, que dedico al Primer Mandatario y demás gobernantes, al ser yo uno de sus mandantes: “Antes de convencerse de que se tiene la razón hay que cerciorarse de comprender las objeciones de los antagonistas más elocuentes. La persona que puede formular el punto de vista de su oponente a satisfacción de este, tiene más probabilidad de estar en lo cierto”.
Pido a nuestros gobernantes decisiones en pro del pueblo, pero sobre todo, respeto a la opinión de los demás y al principio de bien común que ellos deben hacerlo acción. No olvide que el pueblo, como todo en esta vida, tiene un límite.
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Leonardo Viteri Andrade,
abogado, Guayaquil Todos los males que nos afectan son consecuencia de la actitud del hombre, de lo que hay en su mente, en su corazón, en su alma. Si las sociedades, los pueblos, los que gobiernan y son gobernados, actuáramos con actitudes limpias, generosas, con bondad; todo sería diferente.
Por desgracia cada día vemos cómo a todo nivel, no solo en los adultos sino en los niños y jóvenes, hay demostraciones de revanchas o desquites, de viveza criolla, de avasallar a los demás con tal de conseguir un objetivo personal, de no importarnos los demás porque yo me encuentro bien, de pagar una coima “para evitarnos papeleos o trámites”...
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Se piensa como padre, en tener una bonita casa propia, uno o dos carros de lujo, en poner en buenos colegios, clases de inglés, chino, francés, piano, tenis y ballet a nuestros hijos, y en incentivarlos a que saquen diez sobre diez y hagan posgrado en el exterior. Pero en cuestión de valores, amor, humildad y espíritu de bondad, en vivir para construir el bien diario, no se trabaja. Y a nivel de gobiernos, peor, en lugar de llevar al desarrollo, a la hermandad, se dedican a separar, insultar, a sacarse los cueros al sol, a burlarse, despilfarrar y robar; mientras el tiempo pasa y la inestabilidad, pobreza, corrupción, inseguridad, ignorancia, atraso, aumentan, y con esto la suerte de un país y sus habitantes se degrada en lo material, moral y espiritual.
Cinthya de Borja,
Guayaquil