El hallazgo de dos toneladas de aletas de tiburón en un barco que faenaba ilegalmente en un santuario del pacífico colombiano, patrimonio de la humanidad, dejó en evidencia un mercado negro del escualo para consumidores de Asia, que amenaza con extinguir varias especies.
Según la Armada (marina de guerra), la embarcación de bandera colombiana transportaba más de dos toneladas de carne de tiburón de especies en peligro de extinción como Martillo, Silki, Zorro, Oceánico, de Arrecife, Aletiblanco y Aletinegro.
El pesquero de bandera colombiana se hallaba a 18 millas de la isla colombiana de Malpelo, declarada por la Unesco en 2006 como patrimonio natural de la humanidad. Sus ocupantes fueron puestos a disposición de la Fiscalía y la carga fue decomisada.
La bióloga Sandra Bessudo, directora de la ONG Fundación Malpelo, dijo que la situación es tan dramática que por culpa de la pesca ilegal está a punto de desaparecer el tiburón Sol-rayo (odontaspis ferox), especie única de tiburón que se reproduce en los alrededores de Malpelo.
Según esa Fundación, en 2003 las autoridades reportaron más de 13 toneladas de aleta de tiburón exportadas a Hong Kong, equivalentes a 67.000 tiburones muertos, y hay un promedio de 350 barcos extranjeros, principalmente de Japón, Taiwán, Ecuador y México, pescando en Colombia.
"No existe duda que los tiburones han declinado considerablemente en las aguas colombianas en los últimos años. Hacemos un llamado a las autoridades para que protejan los que aún viven como una cuestión de suprema urgencia", aseguró Andrés Navia, director de la ONG Squalus, especializada en la protección de esa especie.
Los consumidores de países asiáticos utilizan la aleta de tiburón para elaborar sopas, consumidas como símbolo de estatus.
Una libra de aleta puede alcanzar los 300 dólares y una sopa hasta 90 dólares. Los principales compradores de las aletas de tiburón son Malasia, Indonesia, Japón, Taiwán, Singapur, Corea del Sur y Tailandia.
Detrás de la pesca en el Pacífico colombiano están 'carteles' liderados por japoneses y colombianos que trafican las aletas de tiburón.
"Los asiáticos controlan las rutas y los mercados y tienen amedrentados a los pescadores y distribuidores locales a quienes les pagan una miseria (30 dólares) por kilo", dijo un oficial del Grupo Investigativo de Delitos contra el Medio Ambiente, de la Dijin (Policía Judicial) que pidió no ser identificado.
Pero no sólo el tiburón es el blanco de esta depredación. Especies como el pez Marlín, tortugas de gran tamaño y moluscos también están en peligro.
La situación es tan dramática que, según la directora de parques naturales de Colombia, Julia Miranda, después de los estupefacientes, las armas y el secuestro, el comercio ilegal de fauna es la actividad ilícita que más dinero mueve en Colombia.
Las actividades de pesca están prohibidas en el santuario de fauna y flora de Malpelo, de 8.575 kms2, un refugio natural del Pacífico colombiano considerado un santuario para miles de aves y especies marinas, y un paraíso para los buceadores.