El papa Benedicto XVI viaja este sábado al norte de Italia en peregrinación hasta la tumba de San Agustín, uno de los grandes padres de los comienzos del cristianismo particularmente grato para el pontífice.
  
Benedicto se aprestaba a oficiar la misa en Vigevano, un pueblo al sudoeste de Milán que fue la única diócesis en la región que no visitó su antecesor, Juan Pablo II, durante su pontificado de 26 años.
  
Luego se dirigía a Pavía, donde reposan los restos de San Agustín en la basílica de San Pedro en Ciel dOro.
  
El domingo, el Papa pronunciará un discurso sobre la cultura en la Universidad de Pavía, visitará un hospital y rezará una misa al aire libre antes de regresar al Vaticano.
  
San Agustín, que vivió del 354 al 430, ejerció un enorme impacto en la cristiandad y sus escritos -entre ellos La ciudad de Dios y las   Confesiones- son considerados por muchos como los cimientos de la teología occidental.
  
Benedicto es particularmente afecto a San Agustín, sobre quien redactó su tesis doctoral en 1953. Suele referirse a San Agustín en sus homilías y es considerado uno de los más conocedores del pensamiento agustiniano, según los expertos.
  
Agustín se crió como cristiano pero de adolescente renunció a su fe. De adulto tuvo una resonante conversión que lo devolvió a la religión.
  
La visita de Benedicto a Pavía se produce en medio de las celebraciones que conmemoran el 750 aniversario de la orden religiosa agustina. Como parte del aniversario, la orden inició un proyecto para estimular el diálogo entre culturas y religiones llevando una antorcha por las rutas que transitó Agustín, desde su lugar natal en la actual Argelia pasando por Túnez y Malta hasta llegar a Italia.
  
Benedicto encenderá una llama votiva ante la tumba el domingo.
  
Paradójicamente, la visita del pontífice a la tumba del santo se produce pocos días después que el Vaticano objetó uno de los principios de Agustín, que los niños que mueren antes de ser bautizados van al infierno. El informe de una comisión de teólogos designados por el Vaticano dijo que había serios motivos para confiar que dichos niños vayan al paraíso. Benedicto aprobó el informe.