El presidente Correa ha generado una nueva polémica con las fuerzas vivas de la provincia del Guayas, al llamarlas “fuerzas de vivos”.

Él cuestiona que todos los que firman un documento dirigido a su Gobierno son personas que no representan a la totalidad de los sectores que dicen representar, y por eso descalifica su legitimidad. Va más allá al cuestionar por qué en las fuerzas vivas no consta ningún ciudadano que no sea de apellido vinculado con los grupos económicos y políticos del poder. Por su juicio –que no necesariamente compartimos– los que reclaman se sienten afectados por la manera de hacer política en esta administración, por ejemplo, en el caso de la provincialización de la península de Santa Elena, que prometió impulsar desde su campaña.

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Solo nos queda por ver lo más relevante en materia de cumplimiento de ofertas, me refiero al estatuto de la consulta popular, pero con enunciados claros que garanticen la oportunidad igualitaria a todos quienes aspiren a ser asambleístas, caso concreto: los requisitos, gasto para propaganda electoral, recolección de firmas, el voto en plancha, evitar que la Asamblea se convierta en un clon del Congreso. Para que exista una verdadera democracia, que tampoco se haga una cacería a los miembros del Congreso, que aunque obedecen a intereses de dueños de partidos, ese ha sido el modelo de hacer política, y debe rescatarse a los buenos elementos que sí los hay, y permitírseles jugar con las nuevas reglas, para ver si con otro marco de regulación seguirán contando con la aceptación de la población, los mismos que son necesarios para la permanencia de todo tipo de pensamiento político.

Como ciudadanos con responsabilidad debemos hacer algo y dejar de culpar a los demás; respetar y hacer respetar las leyes que la Asamblea dicte para que no se pierda esta oportunidad de mejorar; usar la fuerza de los que estamos vivos para empujar proyectos de desarrollo social, y controlar que las personas que elegimos cumplan sus funciones a favor de las grandes mayorías, porque mientras la plata y los medios de producción estén concentrados en unos pocos, no podrá haber desarrollo.

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César Xavier Villegas,
Guayaquil

Sí, así es, no son las fuerzas vivas, son las fuerzas de los vivos donde los negociados son a 100 km/hora llevándose en sobreprecios y licitaciones  a dedo, cientos de miles de dólares.

Tal es así que salen a reclamar o decirse ofendidos por la verdad. Si así nos llamamos fuerzas vivas, ¿ya no es tiempo de bajar la cabeza a pillos mientras se cargan el erario nacional, para ponerlos donde merecen estar?

Carlos Sánchez,
inmigrante, Nueva York, EE.UU.