La esposa del Mandatario pidió licencia en el colegio La Condamine.
Pocas veces los Correa Malherbe han almorzado juntos en el Palacio de Carondelet. Lo hacen los sábados (después de la cadena radial) en los que el Mandatario no tiene actividades públicas o reuniones.
Es que Anne Malherbe, la esposa de Rafael Correa, no quiere interrumpir su labor cotidiana; de ahí que no lo visita en su despacho. Prefiere esperarlo en casa por las noches.
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Aunque el Presidente ha fijado las 21:00 como hora tope para concluir sus reuniones de trabajo, según dicen sus asesores, a veces la coyuntura lo obliga a extenderlas más tiempo, por lo que al llegar, sus tres hijos (Sofía, de 13 años; Anne Dominique, de 9; y Miguelito, de 4) ya están dormidos.
Por las mañanas, en cambio, Correa desayuna con ellos y, si no tiene que acudir a su oficina temprano, los lleva al colegio.
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Ellos estudian en La Condamine, de Quito, donde Malherbe era maestra hasta hace dos meses. La esposa del Presidente pidió licencia sin sueldo para quedarse con los niños.
Dicen allegados a la pareja que ella aún no se acostumbra a ese cambio de vida, por lo que suele visitar a sus ex compañeros de trabajo y ex alumnos dos o tres veces por semana.
El jueves pasado, ella llevó a los niños del que fue su salón en La Condamine (segundo de básica) a un recorrido por Carondelet y terminaron comiendo caramelos en la oficina del Presidente.
A lo largo del día, Correa habla con sus hijos varias veces por teléfono. “Estar separado de su familia es lo más difícil para él”, cuenta su hermana mayor Pierina, quien ahora conversa con menos frecuencia con su hermano y, de hecho, tiene que pedir cita para hacerlo.
Correa gustaba de preparar barbacoas o salir de campamento con los niños los fines de semana, expresa su madre Norma Delgado. “Él no tiene horarios, tiene que viajar mucho. Todo eso no le permite estar con sus hijos”, explica.
A pesar del alejamiento, Correa no ha cambiado su decisión de no llevar a su familia a vivir a Carondelet. Antes de su posesión, dijo que no le gustaba la decoración del palacio y que prefería que sus hijos no se criaran en la “opulencia”.
Habitan en su casa ubicada en el conjunto residencial Lomas de Monteserrín (que compró en el 2005 con la liquidación de la Universidad de San Francisco de Quito), la cual reforzó sus seguridades.
Allegados a la familia señalan que inicialmente habían pensado en cambiarse de casa, pero desistieron de la idea porque se sienten a gusto en ella. Lo que sí cambiaron fue su número telefónico, que ahora solo conocen sus colaboradores cercanos.